El cambio en el turismo se acentuó con la pandemia. Empezó a surgir con fuerza el turismo nómada, el de la casa a cuestas. Y ahora es imparable. Estos visitantes que organizan la escapada en un periquete (les basta con arrancar la caravana o la furgoneta «camper») sienten una especial predilección por las calas de la Marina Alta. Y hay dos calas que los últimos fines de semana de sol ya han vivido el desembarco de los turistas sobre ruedas. Son las de la Granadella, en Xàbia, y la del Moraig, en el Poble Nou de Benitatxell.

El aparcamiento de la cala del Moraig A. P. F.

Estos turistas aparcan sus vehículos en las plazas de los recodos del zigzag de la calle Pic Tort, en la Granadella (la calle culebrea montaña arriba), y en el aparcamiento de la explanada que está antes de la pronunciado vial (cerrado a los coches) que baja al Moraig y a la Cova dels Arcs. No hay «habitación» más arrimada al mar y la naturaleza.

En la Granadella, estos visitantes se sacan de buena mañana sus mesitas y ya desayunan asomados a un bello paisaje. Estos turistas luego tienen mil opciones. Pueden hacer senderismo (la ruta dels Penya-segats, que lleva a la cala de Llebeig, es los fines de semana un continuo hormiguear de excursionistas) o darse el primer chapuzón del año.

Eso sí, este verano habrá que pagar por aparcar en estas dos calas (9 euros al día en la Granadella) y puede ser, claro, un freno para los turistas nómadas. Mientras tanto, estos visitantes aprovechan los fines de semana para peregrinar a este litoral.

A estas dos calas también llegan los fines de semana (sobre todo los domingos) autobuses con excursionistas. Los acantilados o los itinerarios por el parque forestal de la Granadella tienen mucho tirón.

Estas escapadas han ido a más desde que se liberó la AP-7 el 1 de enero de 2020. El turismo nómada ya no tropieza con peajes.