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La barrera salva el caos en la Granadella y la Barraca de Xàbia

Las calas ya estaban a reventar de bañistas y cerradas a los coches a las 10 de la mañana

Un grupo de bañistas camina por la carretera de la Granadella A. P. F.

Día festivo y calor achicharrante. El plan: escapada a las calas. El verano ha comenzado con fuerza. Dos de las calas valencianas con más tirón, la Granadella y la Barraca de Xàbia, estaban ayer a reventar. Acudió una avalancha de bañistas. Era el segundo día que funcionaba el control de acceso y la barrera que se cierra cuando los aparcamientos ya están a tope. Y es evidente que los bañistas madrugaron. A las 10 de la mañana, las calas bullían. Los vigilantes de la Barraca bajaron la barrera y cerraron el paso a los coches a las 9.45 horas. Mientras, en la Granadella, que tiene más plazas de aparcamiento (un extremo de todo el vial en zigzag de la calle Pic Tort), la barrera se bajó a las 10.30 horas. Desde buena mañana, el desfile de coches fue continuo.

El vigilante de la Granadella bajó la barrera a las 10.30 de la mañana A. P. F.

En la Granadella, los vigilantes volvieron a levantar la barrera a las 13.30 horas. Empezaba a quedar algún hueco. En la Barraca, se liberaba algún aparcamiento, pero pasaban unos pocos coches y había que cerrar otra vez el acceso.

Un vecino ha colocado carteles para señalizar el itinerario a pie hasta la Granadella A. P. F.

El control de acceso evitó el caos. El pasado fin de semana, cuando todavía no había vigilantes, muchos bañistas dejaron los coches mal aparcados en las cunetas. Los vigilantes explicaron ayer a Levante-EMV que es importantísimo evitar que los vehículos se dejen sobre las líneas amarillas o allí donde es evidente que está prohibido. En cualquier momento puede hacer falta que entre un camión de bomberos o una ambulancia y los viales deben estar libres.

La mayoría de los bañistas que se topan con la barrera se resignan a darse la caminata. El trecho que deben hacer a pie hasta la cala de la Granadella es de algo más de dos kilómetros. En la Barraca, la caminata es de un kilómetro y medio. Bajan cargados con neveras y sombrillas. Lo malo es después subir. Las calles están empinadas.

Algún que otro bañista se tomó ayer muy mal eso de no poder bajar en coche. Se impacienta y enoja cuando tropieza con la barrera y el vigilante le dice que tienen que volver atrás y que, si quiere, pueden bajar caminando.

Pero controlar el acceso y cerrar las calas a los coches se revela ya del todo imprescindible. Se frena la masificación y se vela por la propia seguridad de los bañistas, ya que hay que garantizar que puedan pasar vehículos de emergencia.

Las calas vuelven a hacer furor este verano. Eso sí, lo de cobrar 9 euros por aparcar tendrá que esperar. El ayuntamiento ha aprobado la tasa, pero el concurso para contratar a la empresa que gestione el cobro ya se ha quedado desierto dos veces.

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