La Tendeta es la conciencia de la Vall d'Ebo. María Isabel Mateu, al abrir cada día esta panadería, que también es comercio de comestibles (una tienda de ultramarinos de las de toda la vida), escribe en una pizarra que tiene en la puerta una frase. El martes, cuando el fuego devoraba las montañas de la Marina Alta y el Comtat, garabateó: "Algo nuestro se quema". Ayer, con el incendio ya estabilizado tras arrasar 12.150 hectáreas y dejar pueblos como la Vall d'Ebo rodeados de cenizas y destrucción, apuntó: "Tenemos el don de sonreír y demostrar que no pasa nada, cuando en realidad pasa de todo".

La frase resume muy bien la fortaleza de los vecinos de la Vall d'Ebo y de todos los pueblos golpeados por esta catástrofe (la Vall de Gallinera, la Vall d'Alcalà, Tollos, Benimassot, Fageca, Famorca...). Han demostrado una gran entereza. Ahora, cuando ya pueden volver a sus bancales y se dan de bruces con la destrucción, se desmoronan íntimamente. Pero en el pueblo sonríen y plantan cara con enorme ánimo a la adversidad. Estos vecinos han visto cómo sus pueblos se vaciaban, como las familias con niños pequeños se marchaban, como se cerraban las escuelas (la de la Vall d'Ebo hace una década) y se apagaban las risas y los juegos de los niños en el patio y en las calles. Y ahora el colosal desastre del fuego.

Las carrascas centenarias que se han salvado del fuego A. P. F.

Las carrascas mágicas se salvan del fuego

El incendio, que podría darse por controlado esta tarde tras arrasar 12.150 hectáreas, ha destruido todo lo que ha encontrado a su paso. Sin embargo, se han salvado tesoros botánicos de enorme valor. Uno de ellos son las carrascas que están a pocos metros del casco urbano de la Vall d'Ebo. Son árboles más que centenarios. Este carrascal tiene connotaciones mágicas. Frondoso y con ejemplares extraordinariamente desarrollados, es un íntimo refugio. Dentro del encinar se respira paz. Es un lugar sagrado, vivo y ancestral. Ni siquiera penetra el olor a quemado que lo envuelve todo.

El frondoso encinar de la Vall d'Ebo A. P. F.

Las lágrimas de "Nory", Leonor Jiménez, la alcaldesa, han conmovido a todo el mundo. Es una mujer sencilla. Llegó a la Vall d'Ebo en 1977 desde Canarias y es una enamorada de esta tierra. Pide que no se olviden de este pueblo cuando de aquí a unas semanas se acalle el estrépito de una catástrofe que ha abierto los informativos de toda España.

La Vall d'Ebo y toda esta geografía escarpada y bella (ahora calcinada), donde un puñado de vecinos luchan por mantener viva la agricultura de olivos, almendros, cerezos o "perellons", seguirán en el mapa. Los vecinos quieren que sus pueblos resurjan. La pizarra de la Tendeta es el pálpito de la Vall d'Ebo, que se agarra al "don de sonreír" para hacer frente a tanta calamidad.