La regeneración empieza ya mismo. Todavía no se ha dado por extinguido el incendio de la Vall d'Ebo, que ha asolado 12.150 hectáreas de las montañas de la Marina Alta y el Comtat. Sin embargo, ya hay que definir la estrategia para recuperar la riqueza natural y paisajística de estas montañas, que forman parte del LIC Valls de la Marina.

En pocas semanas, empezarán a reverdecer los palmitos. Es la primera especie que muestra que vuelve la vida.

La estrategia no distará mucho de la que planteó el CEAM (Fundación Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo) tras el fuego que arrasó 1.900 hectáreas en 2015 en la Vall d'Ebo (entonces el origen fue una quema de rastrojos que se descontroló; ahora ha sido un rayo de una tormenta seca), l'Atzúbia, la Vall de Gallinera y Pego. Esos terrenos han vuelto a arder ahora. En laderas como la que baja del Pla del Miserà a l'Atzúbia todavía se veía claramente el efecto erosivo que provocó el incendio de hace 7 años.

Las recomendaciones serán ahora las mismas. Eso sí, este incendio es colosal. Los trabajos para fomentar la regeneración y contener la erosión deben ser ahora ciclópeos.

La erosión es lo que más preocupa. La geografía que ha ardido es muy abrupta. Hay fuertes pendientes y suelos someros. Si en otoño se producen, como es previsible, lluvias torrenciales, el arrastre de ceniza y tierra será catastrófico.

El fuego ha arrasado el puerto de montaña de Tollos, a 830 metros de altitud y muy frecuentado por ciclistas y motoristas A. P. F.

En el informe del CEAM ya se planteaban medidas para evitar la pérdida de suelo por la erosión. Los muros de piedra seca son aliados en esta tarea. Sin embargo, hay tramos que se desmoronan. Y ese peligro se agrava ahora. Bancales de cultivo abandonados están colonizados por pinos ahora calcinados y que, al caerse, pueden llevarse por delante parte de estos muros. En la carretera de Beniaia (la Vall d'Alcalà) a Tollos, se aprecia perfectamente el desmoronamiento de los antiguos muros. Las lluvias pueden abrir cárcavas en las laderas con más pendiente.

Los expertos del CEAM recomendaron en 2015 extraer la madera quemada de los bancales abandonados y apear (cortar por el pie) los pinos. Con los troncos y ramas, deben crearse "fajinas y albarradas para frenar la escorrentía" y la erosión. Indican que esta actuación debe realizarse con mucho cuidado para "evitar una mayor degradación del entorno".

Horizonte de pinos calcinados en la carretera de Beniaia (La Vall d'Alcalà) a Tollos A. P. F.

Mientras, los expertos abogan por dejar los pinos que mantienen acículas verdes y los árboles parcialmente quemados (las carrascas y olivos han resistido mejor el fuego). Consideran que el riesgo de infección de escolítidos (los coleópteros perforadores que atacan los árboles tras los incendios) es bajo. Estos árboles pueden recuperarse y de momento actúan como "percha" para la avifauna.

También deberán retirarse los nuevos pinos que brotan en masa tras los incendios. Los pinos acaban colonizando la montaña, que pierde riqueza botánica y que se vuelve más vulnerable ante los incendios.

De hecho, los expertos abogan por fomentar un bosque más variado y resistente al fuego en el que abunden acebuches, carrascas, algarrobos o lentiscos. Además, plantean hacer un especial seguimiento de la recuperación de especies singulares como los fresnos (Fraxinus ornus).

La regeneración ya ha empezado. Ahora hace falta paciencia, escuchar a los expertos, reivindicar y recuperar ese patrimonio inmenso que son los muros de piedra seca (declarados Patriminio de la Humanidad de la Unesco) y cruzar los dedos para que llueva con "trellat".