El desbroce de una pinada saca a la luz en Xàbia un corral del siglo XIX
La construcción está en la partida rural de Lluca y es de las pocas que remiten a la historia de la trashumancia en la Marina Alta
ALFONS PADILLA. XÀBIA
De tan frondosos, los árboles y los arbustos no dejaban ver ni el bosque ni la historia. El Ayuntamiento de Xàbia se ha puesto al día en los últimos meses en requerimientos a los propietarios de terrenos para que los limpien y desbrocen. Y, de la noche a la mañana, ha entrado la luz en pinadas antes impenetrables. Que los dueños podaran y clarearan era imprescindible para mitigar el riesgo de incendio.
Uno de los bosques que se ha sacudido la espesura está en la partida rural de Lluca y junto a la carretera de Xàbia al Poble Nou de Benitatxell. Era una selva. La maraña vegetal era tal que no se veían ni los árboles. Ahora los pinos, que son de considerable porte, se han liberado de la maleza que los estrangulaba. Además, ha salido a la luz una ruina de piedra con historia. Es un corral. Se construyó en el siglo XIX y remite a una tradición ganadera que tuvo gran importancia en la Marina Alta. La trashumancia de cabras y ovejas ha quedado «fosilizada» en los topónimos. Todos los caminos que se llaman «assagador (azagador)» fueron veredas por las que pasó el ganado.
Los corrales son un patrimonio en vías de desaparecer. Los vestigios del pasado rural de la Marina Alta se han desdeñado. No ha sido hasta los últimos años cuando se ha empezado a reconocer la relevancia de humildes «casups», de las «sènies» (norias), de los molinos de viento, los «forns de calç» o los pozos y cisternas.
Este corral de Lluca tuvo robustos muros. En las esquinas, había sillares de piedra tosca. Muy próximos están la boca de arco de ladrillo de un horno y un aljibe, que seguramente tuvo asociado un abrevadero.
En esta partida, todavía ahora se puede ver a pastores con sus ganados de ovejas. Mantienen vivo un oficio tradicional cuya recuperación se reivindica ahora que se ha demostrado que el pastoreo contribuye a frenar el avance de especies vegetales pirófilas y previene los incendios forestales.
La piqueta ha acabado con la mayoría de los corrales. Quedan algunos en el Montgó. En la ladera de Xàbia, en terrenos públicos, sigue en pie el del Tio Gorra, del siglo XVII. También en el Montgó quedan evidencias de los antiguos apriscos (cavidades naturales protegidas con muros de piedra seca) en los que los pastores, cuando caía la noche y estaban en plena montaña, se refugiaban y guardaban su ganado.
El arqueólogo de Xàbia Joaquim Bolufer explica que grandes corrales como los de Capçades, Terrers Blancs o del Montgó estaban al pie de las sierras. Tenían forma «más o menos cuadrangular o trapezoidal». El del Tio Gorra abrazaba unos 240 metros cuadrados. Los muros cerraban un gran patio interior y unas pequeñas estancias cubiertas (pesebres).
Los corrales son historia. Sus muros, ahora desmedrados, fueron recios. La ganadería no tiene nada de bucólico. Los últimos pastores aguantan a duras penas.
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