Xàbia, desde los márgenes. Los pueblos también se pueden explorar sin meterse en su corazón, en su meollo. La diversidad natural y paisajística salta a la vista cuando se camina por los límites, por los lindes.
Integrantes del Centre Excursionista de Xàbia (CEX) han recorrido este fin de semana el perímetro de Xàbia. Han explorado las sendas y caminos de los lindes. No es para nada un paseo. El sábado y domingo estos expertos senderistas caminaron 67 kilómetros. Xàbia tiene un ancho termino municipal (68,6 km2).
Esa excursión por los límites permite descubrir la inmensa variedad de paisajes y ecosistemas de este pueblo. Los senderistas subieron por la senda del Tangó (reserva marina del cabo de Sant Antoni) y llegaron hasta el histórico faro, que se encendió en 1855. Caminaron de punta a punta por los senderos de la Plana del Montgó. En este tramo hay mojones de piedra que marcan el linde con Dénia. Y luego iniciaron la exigente ascensión a la cima del Montgó.
La etapa siguió por la cresta de esta montaña. Atravesaron ecosistemas de solana y de umbría. Luego descendieron a les Valls del Montgó. Llegaron a la Olivera Mil·lenària. El paisaje vuelve a transformarse. Este valle es de cultivos de viñas, olivos, algarrobos y ahora también de trigo.
Los excursionistas cruzaron el río Gorgos y llegaron a otro límite con historia, el de Benitzaina. Hay un conjunto arquitectónico del siglo XVII formado por una casa fortificada, un riurau y una ermita. Lo curioso es que la casa fortificada está dentro del término de Dénia y la ermita en el de Xàbia.
La ruta siguio por la montaña del Tossal Gros, otra de las atalayas desde la que se divisa la bahía de Xàbia. Este paseo por los límites está jalonado de cimas desde las que recrearse.
Los senderistas reanudaron el domingo la caminata por los lindes. Se adentraron en sendas de frondosos bosques en el linde con el Poble Nou de Benitatxell, sendas que suben hasta la Granadella, otro de los hitos visuales de Xàbia. Esta montaña litoral ha reverdecido tras el gran incendio de septiembre de 2016. Los caminos y sendas de la Granadella son un gozo, incluso bajo la lluvia.
Los excursionistas serpentearon por veredas que coronan los acantilados. Llegaron al Castell de la Granadella, erigido en el siglo XVIII (fue una de las grandes torres vigía del litoral valenciano y su planta de herradura se asemejaba a la del Castell de Moraira) y destruido con minas y cargas de pólvora durante la Guerra del Francès (de la Independencia).
Mientras que el primer día el sol lucía, el segundo fue de constante lluvia y bastante frío. Para los excursionistas, esta segunda etapa fue un perfecto entrenamiento para el viaje que realizarán en abril a Nepal, donde se enfrentarán al siempre severo clima de montaña.
El grupo llegó a la cala de la Granadella. Había temporal. A los excursionistas les acompañó durante todo el día el mugido de ese mar embravecido.
Luego zigzaguearon por las sendas de los acantilados, territorio de "encesers" y de vértigo. Bajaron a la cala del Portitxol o de la Barraca. Aquí queda un tramo litoral virgen, el que salvó Guillermo Pons, pionero del ecologismo en Xàbia. Esa reserva natural se extiende desde la Barraca al Cap Prim o Cap de Sant Martí y la cala de la Sardinera.
La ruta continuó por la cala del Francés y la Caleta (Cala Blanca). Los senderistas caminaron luego por las dunas fósiles del litoral de piedra tosca del Segon Muntanyar y arribaron a la playa del Arenal.
En dos días, estos integrantes del CEX le dieron la vuelta completa a Xàbia. Son 67 exigentes kilómetros de soberbios paisajes, de subir y bajar por sendas y caminos (la orografía es muy quebrada) y de explorar los límites de uno de los pueblos con más variedad paisajística y natural de la Comunitat Valenciana. Xàbia cuenta con una sobresaliente riqueza botánica. Se han documentado 345 especies de flora.