Votar en la Vall d'Ebo en una escuela sin niños
El pueblo anhela que vuelva a funcionar un colegio que ahora solo abre cada 4 años como sede electoral. Felipe, de 71 años, y Pilar, de 64, los primeros votantes en este municipio que lucha contra la despoblación
Niebla y lluvia. Los primeros votantes tardan en llegar. Felipe Sepulveda, de 71 años, acude junto a su esposa, María Ángeles García. Son de Gandia, pero hace años que tienen casa en la Vall d'Ebo. "Descubrimos el pueblo cuando nuestros hijos eran pequeños y veníamos a conocer estas montañas", afirma Felipe, que está empadronado en este pequeño pueblo de la Marina Alta y es el primer vecino que deposita su voto. Su mujer vota todavía en Gandia. "Es un lugar precioso y muy tranquilo. Pero sí, cuando el incendio, lo pasamos muy mal", afirma Felipe.
El censo electoral es este año de justo 200 personas (13 de ellos de origen extranjero). Votan en la antigua escuela, que cerró hace 7 años al quedarse sin niños. El gran anhelo de la Vall d'Ebo, el paso que se considera decisivo para ganarle la batalla a la despoblación, es reabrir el colegio. Todavía hay un par de estanterías con libros que nadie lee. La escuela recobra la vida cada 4 años cuando se convierte en sede electoral. Eso sí, el colegio, que tiene tres aulas, está en perfecto estado para volver a funcionar mañana mismo. Falta que en el pueblo se establezcan familias jóvenes y que nazcan niños.
También "madruga" para votar Pilar, de 64, quien sí es vecina de la Vall d'Ebo de toda la vida. En este pueblo, el sistema de elección es directo y de listas abiertas. Los vecinos marcan con una cruz al candidato que eligen. Se presentan cuatro posibles alcaldables de Compromís, cinco del PSOE y otros cinco del PP. Este pueblo siempre ha tenido desde las primeras elecciones democráticas alcalde y alcaldesa (la última Leonor Jiménez) socialista. Es la primera vez que los valencianistas concurren. Mientras, los candidatos del PP son cuneros.
Llueve con ganas y a destiempo. "Sí, la lluvia era necesaria, pero ha llegado tarde. Ya hemos perdido toda la cosecha de cerezas", comenta un agricultor que se toma un café en el bar "L'entrà". Un domingo cualquiera el bar bulliría de ciclistas y motoristas. Pero el día no está para trazar curvas. La carretera que culebrea desde Pego montaña arriba y que lleva a la Vall d'Ebo es de las preferidas por los "globeros" (nombre cariñoso de los ciclistas de fin de semana) y "moteros".
También truena. Y los vecinos recuerdan el rayo que cayó aquella funesta noche del pasado mes de agosto y que originó un terrible incendio que arrasó 12.150 hectáreas de las montañas de la Marina Alta y el Comtat.
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