Nervios en las calas de Xàbia: "Hay quien quiere pasar con el coche sí o sí y amenaza con atropellarnos"

Los controladores que bajan la barrera y evitan colapsos de tráfico relatan situaciones en las que bañistas encolerizados la toman con ellos y ponen en peligro su integridad física

El autobús, "atrapado" en la cola de coches que se forma en la barrera de la Granadella

El autobús, "atrapado" en la cola de coches que se forma en la barrera de la Granadella / A. P. F.

Alfons Padilla

Alfons Padilla

Xàbia

Última semana de agosto. Quienes pensaban que bajaría la afluencia a las calas de la Granadella y la Barraca de Xàbia se equivocaban totalmente. Eso que ocurría en los estíos de no hace tanto, que se percibía el final del verano, caía algún chaparrón y se podía respirar, ya no pasa. "¿Menos gente? Para nada. Si parece que estamos a principios de agosto y no a final de mes", ha explicado esta mañana uno de los controladores de la cala de la Barraca. Ha precisado que a las 9.45 horas ya ha bajado la barrera porque la cala estaba repleta de coches.

Aquí y en la Granadella siempre es la misma historia: muchos de los bañistas que llegan con su coche y se encuentran la barrera echada intentan "sortearla" con excusas: que si bajamos, descargamos y luego subimos, que si tenemos reserva de kayak, que si vamos a comer a uno de los restaurantes, que si he hecho tantísimos kilómetros para venir a esta cala en concreto. Los controladores conocen toda esta picaresca. También, claro, hay turistas (y son la mayoría) absolutamente honestos y que se hacen a la idea de que tendrán que aparcar en el quinto pino y darse una buena caminata a pleno sol y cargados con los cachivaches playeros. Bajar a pie a la Barraca es cuestión de un cuarto de hora (20 minutos o más subir luego) y hacerlo a la Granadella se va a 45 minutos (una hora la vuelta cuesta arriba).

Los controladores también aseguran que durante el verano han tenido que vivir situaciones incómodas, de mucha presión y en las que han visto peligrar su integridad física. Afirman que hay bañistas que, cuando les dicen que no pueden bajar con el coche, se sulfuran y la toman con ellos. Les toca aguantar amenazas y aseveran que incluso algún conductor hace amago de atropellarlos con el coche. Cuando eso ocurre, llaman a toda prisa a la policía. En las barreras, además de los controladores de la empresa Vectalia, hay vigilantes de seguridad.

La cala de la Barraca, cerrada a los coches

La cala de la Barraca, cerrada a los coches / A. P. F.

Algunos bañistas creen que las calas son la ley de la selva y, en realidad, la ley infalible es el de madrugar. Quienes llegan antes de las 8 de la mañana tienen asegurado poder bajar en coche. A partir de esa hora, hay días en los que las plazas de aparcamiento están copadas.

El controlador de la Granadella no ha parado en toda la mañana de dar folletos a los bañistas cuando llegaban con el coche a la barrera y tenían que dar la vuelta. Ese folleto tiene un mapa y un código QR con el lugar de donde sale el autobús turítico de la Granadella. Allí hay un gran aparcamiento gratuito. El transporte público es lo mejor. El bus va atestado de pasajeros. Sin embargo, en la barrera se siguen formando largas colas de coches y, a veces, al bus también le cuesta abrirse paso. Si sube un coche, ya está el lío armado. El bus va pegando bocinazos en las curvas de la serpenteante carretera de la Granadella. Numerosos bañistas bajan caminando.

"Es así todo el día, desde las 9 de la mañana hasta las 6 de la tarde que nos vamos", ha advertido el controlador de la Granadella. Da folletos. Explica amablemente que no se puede bajar en coche. Una y otra vez; una y otra vez. Sí deja pasar a los coches en los que van familias con bebés, ancianos o personas con discapacidad.

"Caos"

Los controladores recurren a una palabra muy concreta para describir lo que viven cada día de agosto (también los de esta última semana de mes) en las calas: "caos". Señalan que quizá es el momento de plantearse cerrar totalmente al tráfico la Granadella y la Barraca y que los bañístas bajen en transporte público o caminando. Antes de cerrarse el acceso con la barrera (cuando ya no hay plazas de aparcamiento), el colapso de tráfico era total. Ahora se ha desplazado a las barreras. La "tasa antimasificación", los 9 euros que se pagan por aparcar en estas calas, le sirve al ayuntamiento para ingresar unos buenos dineros, pero no ha surtido el efecto de disuadir a bañistas que no quieren rascarse el bolsillo.

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