Reinventarse en Xàbia: la alegría de las abejas y la tenacidad de abrir un hotel junto al Montgó
Eduardo Fernández decidió tras la pandemia estudiar apicultura en Córdoba para luego cuidar colmenas en la Plana del Montgó
Esperanza Zarauz dejó una estable vida profesional en Madrid para construir y regentar un "hotelito" que es pura hospitalidad; eso sí, tuvo que pelear durante diez años con la "horrorosa" burocracia
Eduardo Fernández, el feliz apicultor que cuida ya 24 colmenas (empezó con seis) en un terreno de la Plana del Montgó, le dice a Esperanza Zarauz, la propietaria de un precioso hotel junto al Montgó (está en la carretera de Xàbia a Jesús Pobre), que ha demostrado "una gran perseverancia". Quizá sería más atinado hablar de tenacidad e incluso de tozudez ("cabuderia"). Esperanza peleó durante diez años hasta poder abrir el "hotelito" que imaginó cuando decidió dejar una estable vida profesional en Madrid. La "horrorosa" burocracia puede aburrir y desesperar al emprendedor más entusiasta. Esperanza revela que, cuando estaba abrumada por los problemas, se iba al terreno y se sentaba mirando al Montgó. "Allí lo veía claro. Me convencía de que el hotel era posible".
Eduardo y Esperanza se reinventaron en Xàbia. Los reúne el Adl tecnológico Raúl Escrivà en esta estupenda iniciativa que es "beers & bytes" (forma parte del proyecto "beachworking"). El encuentro tiene lugar en el espacio Van Eijle, una galería de arte y centro de creatividad que maravilla con su jardín sostenible: vegetación mediterránea y embriagador perfume cítrico de mano de buda y sanguinelli y aromático de lavanda o romero.
A Raúl Escrivà no le interesan esos empresarios de éxito arrollador que transpiran seguridad y suficiencia. Esto no es para arrogantes triunfadores. "Beers & bytes" descubre las historias de emprendedores sin humos, emprendedores que defienden proyectos más que singulares: personales, únicos. Sus proyectos tienen mucho de realización personal, de catarsis, incluso de epifanía.
Eduardo Fernández es Miel Montgó. Su carrera profesional iba por los caminos del arte. La pandemia le hizo replantearse muchas cosas. "Pensé que debía ayudar a la tierra de alguna manera. Y reflexioné sobre eso que se comenta tanto de que las abejas son los seres vivos más importantes para la vida y la biodiversidad. Decidí estudiar apicultura". Se marchó a Córdoba a hacer un curso de apicultura. Le llamó la atención el desasosiego de muchos de los que se dedicaban al oficio de la miel. Él, en cambio, concebía la apicultura desde la alegría. "Me interesa, claro, la miel, pero también la experiencia y enseñar lo que son las abejas".
Su apasionamiento poliniza. Admite, eso sí, que el reto más complicado es hacer que ese proyecto que es un anhelo sea rentable.
Mientras, Esperanza se identifica tanto con su hotel que lo ha llamado "Mi almazara". Admite que construirlo y abrirlo ha supuesto "una transformación personal". Enfrentarse a mil obstáculos, lidiar con las administraciones y no tirar la toalla es, sin duda, un rasgo de carácter y firmeza.
El edificio destaca por su perfecta integración paisajística.
"Una vibración especial"
"Creo que todo el mundo en el fondo ha querido tener un hotelito. A mí, además, me encanta el mar. Empecé a buscar posibles lugares en España. Y descubrí Xàbia. Aquí no había muchos hoteles. Encontré un terreno junto al Montgó y sentí una vibración especial", rememora. Pero, claro, cuando se dio de bruces con la burocracia, empezó a entender por qué en este pueblo, que quiso que su modelo urbanístico y turístico fuera de chalés y apartamentos de segunda residencia, los hoteles no salían adelante. Ahora, por la perseverancia de empresarios como Esperanza, han cambiado las tornas y estos negocios empiezan a hacerse hueco.
El pasado mes de marzo, tras diez años de trámites y de tener que paralizar varias veces las obras, por fin, pudo abrir "Mi almazara". Y esa fascinación que sintió ella cuando dio con el terreno que mira al Montgó parece que también la comparten sus huéspedes. El hotel va fenomenal. Esperanza ha decidido mantenerlo abierto durante todo el invierno. "Cada vez que alguien entra en el hotel, conectó con él. Pienso que, después de todo, ha merecido la pena".
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