Biodiversidad

Miel que hace paisaje en el Montgó

Eduardo Fernández, cuyas colmenas están en la Plana de Xàbia, junto al santuario que fue monasterio de los Jerónimos, defiende la apicultura regenerativa y sostenible y difunde la trascendencia de las abejas como grandes polinizadores.

Una visitante, enfundada en el traje de apicultor, observa las colmenas del Montgó

Una visitante, enfundada en el traje de apicultor, observa las colmenas del Montgó / Levante-EMV

Alfons Padilla

Alfons Padilla

«La miel es el producto de un paisaje». Lo dice el apicultor Eduardo Fernández. Lo dice en este terreno que es un santuario. Bueno, el santuario está aquí al lado y es el de la Mare de Déu dels Àngels, que antes fue monasterio de los Jerónimos (se fundó en el siglo XIV). Aquel es un santuario de espiritualidad. Éste lo es de biodiversidad. Aquí se respira paz. Rebullen las abejas, en concreto las de la subespecie autóctona «apis mellifera iberiensis». Su zumbido reconforta. Eduardo afirma que ejerce el mismo efecto que el ronroneo de un gato. Este lugar, en la Plana del Montgó, en Xàbia, es magnético, desprende fuerza telúrica.

El paisajista Jan Van Eijle y Eduardo Fernández, junto a las colmenas del Montgó

El paisajista Jan Van Eijle y Eduardo Fernández, junto a las colmenas del Montgó / Levante-EMV

Eduardo es un apicultor apasionado. Y concienciado. La miel que recoge de sus 24 colmenas la comercializa con la marca «Miel Montgó». Miel y paisaje. Eduardo es también un gran divulgador. Recuerda que las abejas son los grandes polinizadores del planeta. En una montaña como ésta, un excepcional santuario botánico (hay 650 especies de flora), los insectos son esenciales. Este apicultor defiende que el parque natural del Montgó se declare reserva entomológica.

«Nuestra miel es natural, ecológica y artesanal», explica, y añade que la apicultura que él practica es «regenerativa y sostenible».

Las abejas, en una de las colmenas

Las abejas, en una de las colmenas / Levante-EMV

Eduardo ni agobia ni explota a sus abejas. Respeta sus ciclos. Recoge dos cosechas, la de primavera y la de otoño. La primera es más clara y destaca el azahar. La segunda, de algarrobo, brezo y otros arbustos, es más oscura. Las dos son deliciosas. El Montgó ha sido históricamente un territorio apícola. Pero esa riqueza no salía a la luz. Eduardo organiza rutas de apicultura y catas. Quienes participan en esas catas a ciegas alucinan con los matices, las texturas, el perfume y ese retrogusto a paisaje de la miel.

Miel Montgó se vende en tiendas de proximidad de Calp, Altea, Dénia, Xàbia y Xaló. Eduardo visita esos comercios para cerciorarse de que sus responsables participan de la filosofía del proyecto. «Se lo tiene que creer porque van a defender un producto que es único». La miel cuenta con la etiqueta del parque natural del Montgó. El diseño de la marca es fantástico: un elefante que agita sus alas de abeja. La montaña, el Montgó, observada desde Xàbia, genera esa curiosa pareidolia. Es, claramente, un colosal paquidermo de piedra.

Este apicultor defiende que el parque natural del Montgó se declare reserva entomológica

Estos terrenos abrazan unos 11.000 metros cuadrados. Pero mesurar, acotar y hablar de superficies casi parece zafio. Estos terrenos son un mundo de biodiversidad. Están surcados por muros de «pedra seca» y hay una preciosa pinada. El bosquecito está bien estructurado. También hay claros de bosque donde crecen arbustos típicos del Montgó. Se nota la mano del jardinero y paisajista Jan Van Eijle. La naturaleza es silvestre, pero con sentido. Aquí, en este rodal del Montgó, se condensa la riqueza botánica y de vida de la montaña.

Apiturismo y más

Las rutas apícolas, siempre para grupos reducidos, discurren por los caminos de la Plana. Empiezan y acaban, claro, en estos terrenos donde rebullen las abejas. Los participantes suben a una plataforma de madera que está en los pinos y, desde los alto, contemplan las colmenas. Eduardo es, además, tan entusiasta de la apicultura y de la miel que ya vislumbra muchísimas oportunidades además del apiturismo. Ha realizado meditación y yoga junto a los panales. El zumbido, está demostrado, ayuda a olvidarse del mundanal ruido. También realiza apiterapia. Recuerda que la miel es un maravilloso cóctel natural de vitaminas, minerales y aminoácidos y funciona como poderoso agente antimicrobiano y antibiótico.

Además, a los visitantes les sirve un almuerzo con productos locales. Quienes participan en estas experiencias se enfundan incluso el traje de apicultor y observan de cerca esa actividad frenética de las abejas. La miel abre la puerta a la gastronomía de kilómetro cero, a la cultura, a la historia. La miel hace paisaje.

Y una idea que ya empieza a acariciar este apicultor: organizar en Xàbia una feria de la apicultura inspirada en la de Pastrana, en la Alcarria. Sería fantástico.

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