Adiós a otro comercio tradicional en Xàbia: cierra tras 41 años uno de los últimos hornos
La panadería Peiró, en el núcleo del puerto, ha bajado la persiana al jubilarse sus dueños y no haber relevo generacional

Cartel colocado en el escaparate de este comercio tradicional / A. P. F.
El año empieza revenido en Xàbia. Pierde otro de esos comercios tradicionales que hacen barrio y pueblo. Los clientes de la panadería Peiró, uno de los últimos hornos tradicionales del municipio, ya estaban avisados. Amparo y Juan se jubilaban. Tras cuatro décadas de elaborar buenísimo pan, sabrosas cocas y empanadillas y dulces para relamerse, los responsables de esta panadería, situada en la calle Andrés Lambert, en el núcleo del puerto, se han ganado el descanso, desde luego.
No obstante, toparse con la panadería cerrada y con el cartel en que sus dueños se despiden amablemente ("Ha sido un placer haberles atendido durante 41 años") desasosiega. Esos negocios a pie de calle, tiendas del "bon dia" y la sonrisa, del pan de buenísima masa, de coincidir con los vecinos y hacer la primera "xarradeta" van desapareciendo. En las calles, ya resulta casi imposible olfatear el perfume del pan recién horneado. Las panaderías que quedan en Xàbia se pueden contar con los dedos de una mano y sobran dedos. La de Peiró era la última que resistía en Duanes de la Mar (el puerto).

La panadería de Juan Peiró era uno de los últimos hornos tradicionales que resistían en Xàbia / A. P. F.
El Forn Peiró contaba con una clientela fidelísima. Por las mañanas, se formaban colas para recoger el pan, las magdalenas, la coca maría, las cocas de "espencat" y "ceba" y las empanadillas. Una panadería tradicional es un próspero (y sacrificado) negocio. Encontrar buen pan (no el correoso que ahora abunda) es una bendición. En verano, muchos turistas de segunda residencia también eran fijos de esta panadería. Hacían encargos para tener siempre en el apartamento o en el chalé un piscolabis auténticamente "xabienc" que echarse a la boca.
Los panaderos son de otra pasta. Viven al revés del mundo. Trabajan de noche. Esta familia se ha ganado de sobra el descanso y la jubilación. El problema de los oficios tradicionales es el relevo generacional. Hay que tener muchísima vocación para esa vigilia de duro trabajo. Compensa, eso sí, que los clientes acudan cada mañana a por el pan, el alimento eucarístico.
La crisis del comercio tradicional
Los vecinos que no eran tan asiduos pero que, de vez en cuando, pasaban a por un tentempié (las cocas eran estupendas; algún día se las valorará como la genuina comida callejera de la Marina Alta) se dan de bruces ahora con el cartel en el que los dueños anuncian el cierre por jubilación. Un barrio sin panadería es menos barrio. El tejido comercial de proximidad declina. Un horno es más que un negocio. Es el pan nuestro de cada día.
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