La política en Calp y el abismo de género: ellas asumen las cargas familiares y ellos tienen ambiciones profesionales
El debate de cambiar el día del pleno saca a luz la desigualdad y los enormes esfuerzos de conciliación que tienen que realizar las concejalas

La corporación de Calp durante un pleno / Levante-EMV
Acabará la legislatura en Calp y el gobierno local (Somos Calpe, PSPV y Compromís) y la oposición (PP y Defendamos Calpe) seguirán enzarzados en el debate marciano de los martes. Los martes, sí. El día de la superstición, del ni te cases ni te embarques. El segundo martes de cada mes, a las 17 horas, comienzan los plenos. El exalcalde del PP, ahora concejal y diputado en el Congreso, César Sánchez, no puede asistir. Denuncia que se está coartando su derecho a la participación política. Pide que los plenos vuelvan a celebrarse los lunes (en la pasada legislatura sí eran ese día). Ahora su silla está vacía. Meseta arriba, meseta abajo, César Sánchez no llega a todo. Y quiere estar en los plenos en la villa (de Calp y del Penyal d'Ifac) y en las sesiones parlamentarias de la villa y corte (Madrid).
Lo último de lo último en este embrollo es el "no" al recurso de reposición presentado por el concejal popular. Y esa resolución es un retrato social, una expresión de las cuitas diarias y las ambiciones de los concejales del gobierno local. Seguro que ocurre más o menos lo mismo en todos los ayuntamientos. Ese documento, analizado desde la perspectiva de género, es una demostración palpable y absoluta de que la brecha entre concejales y concejalas es enorme. A ellas les toca soportar las cargas familiares y hacer esfuerzos para conciliar su vida familiar, laboral y su actividad política. Ellos están a otra cosa. Si hablan de conciliación lo hacen en abstracto. Pero no lo tienen en la cabeza. Ser concejal es coser y cantar. Ser concejala es echarse a la espalda más y más responsabilidades.
Sí, el documento debería analizarse en las comisiones de igualdad del Ayuntamiento de Calp. Cada concejal y concejala expone los motivos por los que ahora no le viene bien cambiar los plenos de los martes a los lunes. Los hombres se pierden en disquisiciones legales y hasta filosóficas (un concejal alude al "dilema moral del tranvia", ¿en serio?). Sus argumentos son de una masculinidad muy engolada. Uno sostiene que mover el pleno supone "un prejuicio en mi organigrama de trabajo y en mi vida familiar". Otro dice que no podría atender sus "urgencias profesionales".
La alcaldesa, Ana Sala, alude de pasada a la conciliación. Dice que el fin de semana es "de descanso familiar y personal" y, además, los concejales asisten a "una multitud de eventos" y no les da para llegar al lunes con los deberes del pleno hechos. Recuerda que ella mantiene su dedicación privada y profesional de 29 años al frente de una gestoría. Las tardes, a excepción de esa de los martes, las dedica a su "actividad profesional privada".
Atender a los hijos y nietos
Y luego hay tres concejalas del gobierno local que sí expresan lo difícil que es conciliar y esa carga añadida de trabajo que soportan las mujeres que asumen responsabilidades de gobierno. Una de ellas indica que tiene dos hijos "que requieren toda mi atención". Habla de la "intensidad de las actividades extracurriculares" y de la "planificación cuidadosa y estable" de su día a día. Otra concejala advierte que tiene que conciliar su vida familiar y social y acompañar a sus nietos a las extraescolares. Señala que su vida está ahora "perfectamente sincronizada" y que también realiza actividades de bienestar físico y social. Y la tercera también incide en que tiene una niña y que ha organizado su vida para atender a la pequeña y conciliar. Estas concejalas también lidian, en algunos casos, con custodias compartidas. Hacen equilibrios para poder con todo.
Pues sí, el debate del día (la tarde) de los plenos ha sacado a la luz una realidad más trascendente, la de la desigualdad y la brecha de género. Esta documento hay que leerlo desde esa perspectiva. Concejalas que expresan sus desvelos para poder conciliar y concejales enfrascados en sus ambiciones personales y profesionales. Más que una brecha es un abismo. Y está fuertemente enraizado en la cultura política de los ayuntamientos.
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