"No descuidar nada", la proeza profesional (y vital) de Diana Cervera y Clara Puig, dos empresarias de "exito" de la Marina Alta
Diana y Clara desvelan en un foro de Jovempa cómo han logrado en un sector tan esclavo como la hostelería crear modelos de negocio con esencia, irrepetibles, sostenibles y adaptados a circunstancias personales como la de la crianza
"Tras mucho sacrificio, trabajo y renuncias, llega un momento en el que quieres respirar y hacer lo que amas"

Diana Cervera y Clara Puig, en el foro organizado por Jovempa en Dénia / A. P. F.

Llegar a todo es llegar a mucho. A muchísimo. Es una proeza. La moderadora le pregunta a Diana Cervera, del grupo Dénia es Vida (el mercado gastronómico y cultural Els Magazinos), y a Clara Puig, del restaurante Tula de Xàbia (una estrella Michelin), sobre sus aspiraciones profesionales. Ellas esquivan las palabras grandilocuentes. No es que las esquiven. Es que no forman parte de su bagaje empresarial y vital. "Éxito", por ejemplo, es una palabra aparatosa, una impostura. ¿Retos profesionales? Sus negocios son tan personales y familiares que es imposible desligarlos de la vida. Y Clara lanza una palabra sencilla y cargada de significado. Su aspiración, al igual que la de Diana, es "no descuidar nada". No descuidar es no dejar de cuidar. Y no perder la perspectiva de lo que realmente importa. Quizá parece un concepto humilde. En el frenesí del mundo de la empresa, "no descuidar" suena a poco. Pero, en realidad, es una clave casi revolucionaria. Significa ser de verdad sostenibles (palabra que manosean muchos empresarios que de sostenibles no tienen un pelo). La sostenibilidad empieza por conciliar, por adaptar el negocio a circunstancias tan personales como la de la crianza, por respirar, por cuidar y cuidarse, por construir negocios con esencia, irrepetibles y con horarios que permitan vivir.
Sí, lo que desvelan estas mujeres es casi revolucionario. Jovempa (Federación de Jóvenes Empresarios) las reúne en el Multiespai l'Androna, en Baleària Port de Dénia. Encarnan el "éxito", pero un éxito humilde y sin retórica. Son referentes en el avance (lento, repleto de obstáculos, pero imparable) hacia la plena igualdad entre hombres y mujeres. Lo que cuentan demuestra que la hostelería y la gran gastronomía, esa profesión a la que se le presume sacrificio, horarios imposibles y enfrascarse en proyectos de envergadura, pueden ser otra cosa. "Venimos de una gastronomía muy machacada. Y esa imagen hace daño a los que queremos hacer las cosas de otro modo. Nosotros, en Tula, cerramos tres días a la semana y tres meses al año. Queremos también que nuestros horarios sean más europeos, que nos permitan vivir", explica Clara, que apunta que es madre primeriza de un niño de año y medio. "Quiero ser capaz de criar y de no descuidar el negocio".

Las dos empresarias, durante la charla / A. P. F.
Mientras, Diana recuerda que ella vivió la vorágine de la cocina en la Seu, aquel restaurante de Dénia pionero en la alta gastronomía y que empezó a situar a la ciudad en el mapa de la hostelería creativa y de territorio. "Fueron años de aprendizaje y crecimiento y de tener claro que debía rodearme de un buen equipo. También me sirvió para saber lo que quería. Ahora estoy en un momento de madurez. Tras mucho sacrificio, trabajo y renuncias, te planteas que quieres respirar y hacer lo que de verdad amas".
"Amamos compartir"
Y Diana afirma que lo que quería era regresar a esa gastronomía con esencia, mediterránea y del territorio que tanta satisfacciones le da en A la Fresca y en Els Magazinos. "Amamos compartir y amamos esta hostelería social y de tratar con nuestros agricultores y productores. También tenemos la suerte de estar en un entorno maravilloso y con historia. Cada día, cuando me levanto, es ahí a donde quiero ir. Y esa ilusión se la transmito a mi equipo".
Clara abrió junto a su pareja, Borja Susilla, el restaurante Tula hace 9 años. "Es un proyecto sumamente personal. Es pequeño e irrepetible. Es nuestro". Esta empresaria también subraya la importancia del equipo, de los lazos. "De alguna manera tenemos la cultura de la familia. Nos invitamos a los cumpleaños. Preguntamos todos los días por nuestros hijos. Nos cuidamos unos a otros".
Estas dos empresarias recelan de esa etiqueta de los "proyectos hosteleros femeninos". Coinciden en que se pone el acento en el género de manera impostada, forzada. Clara confiesa que le aburre esa tendencia de los congresos gastronómicos a la grandilocuencia, a las iniciativas de comerse el mundo. Afirma sentirse más identificada con los proyectos "del día a día", humildes y que persiguen superar esa idea preconcebida y tan extendida de que la hostelería es muy esclava. Ellas, de hecho, reivindican el tener vida, el conciliar, el no sentirse culpables, el lograr el equilibrio entre una profesión que les apasiona y otras muchas historias que también las alimentan. Y eso es lo que significa "no descuidar nada". Y no puede haber una gastronomía más apetecible y generosa que la de empresarias que quieren que en sus cocinas y sus negocios se conjugue el verbo cuidar.
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