­

Pedro García trabajaba como vigilante de seguridad, pero la cosa aflojó y se quedó parado. Cuando se le acababan las prestaciones por desempleo decidió coger un traspaso y regentar un bar. Tenía 47 años. Buscó financiación en todos los bancos posibles, «di mil patadas de banco en banco buscando crédito; en el Santander ni siquiera me atendieron», al tiempo que en el BBVA le ofrecieron uno de sus prestamos ICO, una de las líneas de crédito para emprendedores que tanto se promocionan en la entidades financieras. El préstamo de 35.000 euros lo tuvo que avalar con todos los bienes de sus padres, si no no se lo concedían. Pedro calcula que la cuantía del aval ascenderá hasta los 70.000 euros, «y yo sólo pedí 35.000». Su padre, autónomo toda la vida, no se pensó el avalar a su hijo, que actualmente lucha por intentar pagarlo y no dejar a sus padres en la calle: «Te lo pintan muy bonito, pero luego la cantidad a pagar con intereses es una barbaridad». Al dinero del traspaso se le sumaron las reformas que tuvo que hacer, pues el bar no tenía ni siquiera cocina, y empezó la odisea para cumplir todas las exigencias del ayuntamiento y recibir la licencia de apertura. «Cada vez que comprobaban si cumplía toda la normativa, encontraban algo más que cambiar y pagar», afirma García entre enfadado y desesperado: «Tuvimos que pasar mil barreras, todo es dinero». El bar, que lleva abierto quince meses, ha conseguido la licencia de apertura hará poco más de un mes. En esta situación en la que se ve envuelto, Pedro no ha conseguido refinanciarse, ni tampoco ningún tipo de asesoramiento que le haya ayudado. Según García, «si no hay ayudas, no hay garantías como ciudadano». El único apoyo que ha recibido ha sido de parte de la UPTA (Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos) de Alcoi, donde vive, que le ha dado asesoramiento jurídico y de negocio. El valenciano denuncia que, además, se le aprobó una subvención de 5.000 euros por emprender un negocio como autónomo, pero que, sin embargo, esta ayuda lleva un gran retraso. De hecho, a principios de año se han empezado a pagar las ayudas concedidas en 2010. «Nos piden unas exigencias que ellos no cumplen», manifiesta García exasperado.

Pedro está dado de alta como autónomo, pero tiene que trabajar de otras cosas para poder pagar la deuda: «Tenemos que ir sobreviviendo, voy tanteando, si cierro ¿qué hago?, ¿cómo vivo con el paro?», se pregunta. El cuento feliz del autónomo tiene muchas más sombras que luces, ya que la desprotección es mayor: «Los autónomos no tenemos derecho ni a estar enfermos», clama Pedro, esta vez sí enfadado, «cómo quieren que dé de alta a alguien si no me puedo mantener ni a mÍ; es mentira que se crea empleo». Sus expectativas eran buenas, «pero nadie escapa de la crisis». Ahora, con sus 48 años, dos hijos, y a su cuñado acogido en su casa porque ya no recibe ningún tipo de ayuda por desempleo intenta lidiar como puede con el préstamo y los gastos. Su prioridad es pagar el crédito ICO para salvar el aval de sus padres. Por eso, reconoce que ya no ha podido pagar los últimos módulos trimestrales del IVA y ya no sabe si podrá pagar su cuota de autónomo.