La de Cuadernos Rubio es la peculiar historia de cómo la vuelta a los orígenes y la contención en los años de bonanza han permitido, en tiempos de crisis, convertir en una realidad exitosa y con proyección exterior una empresa familiar obra de un visionario de la Valencia franquista. Por tanto, hay que remontarse a 1956, cuando Ramón Rubio, un empleado de banca que por las tardes regentaba una academia de contabilidad, ideó unas fichas de ejercicios para caligrafía y cálculo para sus alumnos que fueron el germen de unos cuadernos que unos años más tarde acabarían en los pupitres de todo el país. Su hijo Enrique rememoraba esta semana la importancia que en aquella época tenía la caligrafía, que «no solo debía ser legible, sino adornada, incluso gótica». Aquellos primeros cuadernos de contabilidad, ortografía o correspondencia tuvieron su gran salto en 1959 cuando Rubio proyecta trasladarlos al mundo de la infancia, con el ya tradicional color verde para la caligrafía y el amarillo para el cálculo. Los inicios, como suele suceder, no fueron fáciles. Al principio, los cuadernos «se imprimían en nuestra propia casa y, conforme fueron creciendo las ventas, subcontratamos las imprentas». Fue un proceso largo de una década, con serios problemas de distribución que obligaban a Ramón Rubio a «dedicar sus vacaciones a recorrer en un Renault Gordini todo el país vendiendo los cuadernos en los colegios».

Hasta mediados de los noventa, la empresa vivió una época dorada, gracias al monopolio absoluto que ejercía en España en este segmento de mercado. Entonces, empezó a llegar la competencia y la empresa apostó por un cambio de imagen en sus productos „sustituyó los cuadernos amarillos y verdes por otros con portadas de colores„ que le hicieron perder la identidad. Cuando en 1999 Enrique Rubio sucede a su padre, era común «que la gente se preguntara: «¿Todavía existen los cuadernos Rubio?». Y aquello me hizo reflexionar». Llega la renovación, que en realidad es una vuelta a los orígenes: «Empiezo a hacer publicidad televisiva, que funcionó, y un cambio de marca que implicaba regresar a los años sesenta desde un punto de vista moderno: se recupera el verde y el amarillo y se incorporan ciertos dibujos vintage que recordaban a lo antiguo». Además, se modifican los contenidos: «El método sigue siendo el mismo, pero no la forma, porque las frases de la caligrafía o los problemas de cálculo se regían por valores y expresiones ya ajadas, así que nos orientamos por promover valores de igualdad, suprimiendo frases que vinculaban a las niñas con las muñecas y a los niños con las armas, por fomentar el cuidado del medio ambiente, la tolerancia, el ahorro...».

Estos cambios, según Enrique Rubio, permitieron «una mayor notoriedad, una mejor aceptación por parte de los maestros y una inflexión hacia arriba de las ventas». Ahora, la empresa, que llegó a vender 10 millones de unidades al año, copa el 50 % del mercado con 4 millones y una facturación anual de 1,8 millones, que en 2014 podría subir entre un 10 % y un 15 %. Gracias a las nuevas tecnologías, la plantilla es reducida „diez personas„y los costes de producción han bajado tanto que la firma lleva cinco años sin subir los precios, lo que «nos hace muy competitivos». Rubio añade que una de las claves del resurgimiento de la compañía está en que no cometió los excesos de tantas otras en los años de bonanza, de tal forma que utilizó aquella época para sanearse, devolver todas las deudas a terceros y no crecer por encima de sus posibilidades. El fruto de ello es que en los tres últimos años no ha tenido problemas para lograr la financiación para su expansión. En ese tiempo, ha invertido 400.000 euros en una máquina para encuadernar 8.000 ejemplares a la hora, 600.000 en una máquina de imprimir a cuatro colores, así como el dinero para una nave de 2.000 metros cuadrados en Quart de Poblet que funciona desde septiembre y donde se realiza todo el proceso industrial. En estos momentos, la empresa dispone de una capacidad de producción que triplica la actual. De ahí que esté proyectando su expansión internacional, que ya se ha iniciado fabricando Cuadernos Rubio traducidos al alemán para el mercado germano.

Ahora, «indagamos México, Estados Unidos y el resto de los países latinoamericanos». Paralelamente, la firma ha sacado nuevos productos al mercado, como cuadernos de inglés, traducciones al valenciano del método Rubio o cuadernos de estimulación cognitiva para mayores. Por ahí pasa el futuro de la compañía, aunque no solo, porque, como afirma Enrique Rubio, «en tiempos de crisis los empresarios tenemos que aprender a trabajar e invertir más y a ganar menos». Toda una filosofía de progreso.