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"Puedo ser mamá y alta directiva a la vez"

Una empresaria, una directiva y una sindicalista exigen igualdad de género y lamentan los juegos malabares que deben hacer para compaginar trabajo y vida personal

Marta Coscollar, María Robledillo y María Escrivá pasean en las inmediaciones de la Marina de Empresas, de València. germán caballero

"He encontrado mi voz y el arte de usarla». María Escrivá, Marta Coscollar y María Robledillo, empresaria, directiva y sindicalista, respectivamente, hacen suyas estas palabras de la escritora francesa Colette, incluidas en su libro The Vagabond. Ellas pertenecen a la Generación EMV (nacidos en 1989), bien sea por su edad (Coscollar) o por la de su empresa y sindicato (Escrivá y Robledillo). Las tres quedan en La Marina de València para reflexionar sobre su trayectoria, sus reivindicaciones y sus preferencias políticas. Quieren formar una familia, sin renunciar a sus carreras, y exigen conciliar. Adoran a los mayores, aunque saben que ahora es su momento, y creen que el mundo es mejor que hace 30 años.

Escrivá está al frente de La Plaça, empresa de artes gráficas de Alaquàs fundada en 1989 por su padre, Josep Baltasar Escrivá. Discapacitado por pérdida de audición, creó una imprenta con una Heidelberg de aspas que se convirtió en un centro especial de empleo y hoy está digitalizada. «Nací en la imprenta, entre papel, máquinas y tinta. Mi padre me ofreció la oportunidad y llevo ya diez años. Es un trabajo artesano y tecnológico a la vez, el pasado y el presente juntos», indica Escrivá (Alaquàs, 1991), hija mayor del fundador de La Plaça. A Robledillo (Castelló, 1981) el sindicalismo también le viene de familia. «Uno lo es por vocación. Mi abuelo ya lo fue». Portavoz de los jóvenes de UGT-PV (constituido en 1989), empezó a trabajar en el único cine de su ciudad natal para pagarse los estudios de Relaciones Laborales. Acabó convirtiéndose en delegada sindical porque se lo ofreció el dueño, de quien no reniega. «Se necesitaba una unión con la empresa porque a la contra no íbamos a conseguir nada», indica la sindicalista, que poco tiempo después fue contratada por UGT.

Coscollar (Bétera, 1989) es la excepción a la influencia familiar. Sus genes no entienden ni de gestión ni de empresa. «Mi padre era mecánico naval y mi madre ama de casa. Empecé ADE Derecho desde el desconocimiento absoluto porque no tenía referentes. Saqué la nota suficiente y por eso elegí la carrera». Hoy es directora de Relaciones con Empresas de la escuela de empresarios Edem. Entró en la institución después de interesarse por un máster, MBA Junior, que era cien por cien becado y garantizaba la inserción en una compañía. «Cuando terminas de estudiar es complicado que te puedas costear un master» y más con unas prácticas inmediatas, explica Coscollar, que antes de ocupar el puesto actual fue la asistente de Hortensia Roig, presidenta de Edem y consejera de Mercadona. Ahora, en uno de los giros edificantes de la vida, ella es quien se encarga de ubicar a los alumnos en las 110 empresas con las que trabaja la escuela, todas valencianas «de momento. Me gustaría conseguir la expansión a nivel nacional», apunta.

En lo que sí coinciden las tres es en el «orgullo» que sienten por pertenecer a organizaciones donde o mandan las mujeres (Edem y La Plaça) o, como mínimo, son más numerosas (UGT-PV), sin por ello «desmerecer a los hombres». Ninguna ha sufrido discriminación de género en su carrera ni tampoco se sienten infrarremuneradas. «Cuando voy a reuniones de división en Edem, el 80 % son mujeres», afirma Coscollar. Escrivá también destaca que dos de los tres puestos de dirección de su compañía están en manos de mujeres. «Yo estoy como miembro de la segunda generación de la familia y la otra es una persona de confianza que se ha ganado el puesto», afirma la empresaria.

Camino por recorrer

Que ellas no hayan sentido discriminación no implica que crean vivir en un mundo ideal ni que renuncien a defender la igualdad de la mujer. «Se ha avanzado mucho, pero tenemos camino por recorrer. En ocasiones, todavía nos plantean preguntas personales vinculadas al ámbito familiar, como si vamos a ser madres. Además, los techos de cristal y la brecha salarial siguen estando ahí, aunque se hagan más pequeños. Y no hay que olvidar que la tasa de paro de las mujeres es del 17% y la de los hombres, del 13%», indica la sindicalista, que no cree que «las mujeres seamos más combativas que los hombres, sino que ahora se nos está dando más voz, se nos da oportunidad de hablar».

La conciliación sí les inquieta. Solo una de ellas, Escrivá, es madre y desde hace 16 meses. Ninguna de las tres quiere renunciar a sus carreras profesionales, aunque tengan que «hacer malabares». «Yo no soy madre todavía. Algún día me gustaría serlo y espero que mi trayectoria profesional no se frene. Se puede llegar a un punto intermedio. Puedo ser mamá y alta directiva a la vez», indica Coscollar. Escrivá coincide pero matiza que «para que el recorrido de una directiva no se frene al ser madre, tiene que colaborar tanto la empresa como la pareja, si la hay. Si no, ella no va a poder desarrollarse. Es imposible».

En este contexto, los mayores son sus grandes aliados, en el trabajo y en la vida, y por ellos sienten casi veneración. Sin complejos, las tres reconocen sus puntos débiles frente a las generaciones que les han precedido. «Somos muy impacientes y vivimos en lo instantáneo. Lo queremos todo de hoy para ayer. La gente mayor ha vivido toda su vida trabajando, de forma más pausada, y le cuesta estar con nosotros, que estamos tan sobreestimulados», afirma la directiva de Edem, que comparte «gerencia con gente que tiene treinta años más» que ella y está encantada. La sindicalista, por su parte, admite dificultades para movilizar a los miembros de su generación. «Cuesta mucho sensibilizar a un joven cuando le dices que hay que defender la igualdad entre hombres y mujeres. Te dice que ya hay y le tienes que explicar que no siempre y no al cien por cien. No es que estemos quietos pero no sabemos cómo movernos. No nos han enseñado». La empresaria afirma que los mayores «cuentan con la experiencia y nosotros con la formación. Aunque tenemos mucho que demostrar. La credibilidad frente a ellos la tenemos así así».

Políticos que no representan

Con quien no tienen piedad es con los políticos españoles, a pesar de la juventud de todos ellos (accedieron al liderazgo de sus partidos con la menor edad de la historia). «No me siento representada por ellos», afirma la sindicalista. Su lamento es con conocimiento de causa, fruto de la desafección por la parálisis y la falta de consenso durante la última legislatura. «Sin Gobierno, las ayudas para el alquiler de vivienda de los jóvenes, por ejemplo, no salen. Es nuestra pelea. Con el salario mínimo interprofesional no podemos pagarnos un alquiler, si no vivimos con otra persona. Luego nos culpan de que nos gusta vivir en casa de los padres. A pesar de trabajar, no siempre llegamos».

La empresaria está de acuerdo. «A España le falta proyecto. Estamos desperdigados». Para la directiva de Edem, el desencanto que sienten las tres es apolítico. «El bloqueo nos perjudica a todos, tanto de izquierdas como de derechas».

Pese a todo, son optimistas y opinan que el mundo es mejor ahora que antes de que nacieran, ellas o sus organizaciones, en 1989. Lo creen a pesar de la recesión de 2008, que golpeó a los jóvenes con una crudeza descarnada. «Muchas personas con carreras universitarias están trabajando en un sector que no es el que estudiaron. En el cine 12 de 18 teníamos carrera y allí estábamos. Aunque evidentemente a nivel social, sin duda, hemos mejorado mucho en igualdad». Algo mas optimista es la directiva de Edem. «Hemos avanzado y han surgido nuevos perfiles profesionales antes impensables. En el caso de la Comunitat Valenciana se ha frenado la fuga de talento tan aguda que sufrimos antes». La empresaria, por último, ve el lado bueno hasta de los malos momentos. «Una de las ventajas de la crisis fue que nos forzó a espabilarnos para no quedarnos en la cola del mundo. Nos hemos puesto las pilas en formación. Pero las empresas no profesionalizadas se han quedado en el camino».

La conexión entre las tres valencianas ha sido instantánea y desde el minuto uno, en la sesión de fotografías previa a la charla. La empresaria que reconoce que no ha sido muy buena estudiante pero que tiene interés por formarse se queda con la directiva de Edem para analizar la oferta de la escuela. Otro de los giros edificantes de la vida que seguro que bendeciría Colette.

"Abogamos por conciliar a pesar de ser una empresa pequeña"

María Escrivá, asociada a Evap, está al frente de la empresa de su familia, la pyme de artes gráficas La Plaça que fundó su padre en 1989. «A pesar de ser una empresa pequeñita, sí que abogamos por la conciliación. Por ejemplo, a un padre de familia se le da el mismo derecho que el que tiene una mujer. O a una de ellas se le paga el mismo sueldo que a un hombre si está trabajando en los mismos turnos de producción en la imprenta»,

indica Escrivá.

"Las hormonas no nos alteran. no hay diferencias entre hombres y mujeres en la negociación"

María Robledillo, portavoz de los

jóvenes de UGT-PV (creado en 1989) y gran oradora, sabe mucho de negociación colectiva. Los tópicos en este ámbito no le gustan ni en el caso de los hombres ni de las mujeres. «No existen diferencias de género. Es exactamente lo mismo negociar con uno que con otro. El estereotipo de pensar que a las mujeres les altera las hormonas es falso», afirma Robledillo, que también se encararía con los que dicen que los jóvenes «son unos vagos».

"Es fenomenal trabajar en una empresa donde las que mandan son las féminas"

Marta Coscollar, nacida hace 30 años y directora de Relaciones con Empresas de Edem, cree que «es fenomenal trabajar en una empresa donde mandan las mujeres [Hortensia Roig es la presidenta]. Vivimos en una sociedad en la que las cosas están cambiando. Aunque somos conscientes de que existe un largo camino por recorrer en conciliación», afirma Coscollar. En Edem «nunca noté distinción entre hombre y mujer. Se contrató a personas que iban a ser a padres en un mes».

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