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Cuando tu jefe es un algoritmo

¿Se imagina trabajar con cada movimiento monitorizado al milímetro? ¿que su empleo dependa de si gusta o no al cliente? son los riesgos propios del trabajo de plataformas

Cuando tu jefe es un algoritmo Germán Caballero

Lo más espeluznante de las distopías tecnológicas que proliferan en el audiovisual es que, cada día que pasa, esos apocalipsis futuros de hombres sometidos a la inteligencia artificial parecen menos ficción. ¿Se imaginan que lo que los demás piensen de ustedes, la puntuación que le den ante cada interacción, no solo condiciona su posición en una determinada escala social sino que directamente influye en si conserva o pierde su empleo?

Escuchando a los expertos en economía digital, podría pensarse que, en ocasiones, los trabajadores de determinadas plataformas viven atrapados en un capítulo de la serie Black Mirror. Estas plataformas se han convertido en un vehículo de empleo masivo. No solo de reparto de comida en bici o moto, los casos más visibles. Multitud de firmas on line ponen en contacto oferta de trabajo y demanda de servicios en todo tipo de campos, desde reparaciones en el hogar a cuidados de personas dependientes, pasando por servicios de transporte de pasajeros. Se han catalogado más de 60 plataformas que desbordan los trabajos menos cualificados para alcanzar también la arquitectura, abogacía, informáticos, traducción, guías turísticos...

Tras una charla con Adrián Todolí, profesor de Derecho del Trabajo de la Universitat de València, uno llega a la conclusión de que estos empleados autónomos (o falsos autónomos), sin empresa, son los que sufren con más crudeza una de las características del nuevo mercado de trabajo: cuando tu jefe es un algoritmo. «Los trabajadores de plataformas tienen los riesgos específicos del trabajo que desempeñan, como los de una limpiadora o un repartidor. Pero luego tienen unos riesgos derivados de trabajar en una plataforma», introduce.

Junto con Julen Llorens Espada (Universidad de Navarra) y Maiedah Jalil Naji (Pablo Olavide de Sevilla), Todolí acaba de publicar un «Manual de riesgos laborales del trabajo en plataformas digitales», dentro de un proyecto con el Instituto de Salud Laboral del Consell (Invassat) y el Osalan vasco, donde abordan las problemáticas asociadas al hecho de no tener supervisor, ni centro de trabajo, y donde las decisiones que te afectan se basan en la recogida masiva de datos sobre tu desempeño. Estos son algunos de los peligros detectados fruto del estudio de toda la literatura sobre el nuevo mundo de las plataformas:

Tiempo de conexión

Estar permanentemente conectado al móvil supone riesgos. Básicamente porque tu atención no está centrada en tu tarea al 100% sino que se deriva hacia la aplicación, que es el canal a través del que llegan las órdenes y los encargos. El ejemplo más obvio es el de los servicios de transporte privado de pasajeros. Si tradicionalmente el taxista recibía un aviso por radio o alguien levantaba el brazo desde la acera, ahora el chófer de Uber o Cabify (y también los taxistas), reciben información mientras están trabajando, con lo que supone la distracción en la carretera.

La monitorización de los tiempos de trabajo

¿Se imagina realizar cualquiera de las tareas de su día a día con un jefe detrás y un cronómetro sobre su cabeza? La recogida constante de datos sobre el comportamiento del repartidor de comida (o un mozo de almacén) permite saber cuánto tarda en cumplir un envío, pero también qué ruta toma, si sigue las recomendaciones y cuánto tarda en recorrer una distancia. «Tener que estar siempre controlado hace que vayas más rápido, incrementando el riesgo de accidente... Pero ocurre lo mismo cuando se trata de limpiar un piso, se incrementa el riesgo específico del trabajo», explica el experto. El estudio de Todolí, que recoge buena parte de los estudios empíricos publicados en el mundo sobre esta materia, cita un caso de Australia, concretamente de repartidores en bicicleta: «En verano los repartidores con bici buscan la sombra. Conocen los caminos, pero como no es la ruta que marca el GPS pueden verse penalizados y acabar despedidos. Es un control milimétrico de las personas. Si el encargado no fuera una inteligencia artificial que carece de empatía, podrías hablar con él. Cualquier encargado, por muy despiadado que sea, lo va a aceptar y lo va a entender, porque además luego rendirás más. El algoritmo no lo tiene en cuenta».

La reputación digital y la 'doble sanción'

Es una de las consecuencias más perversas de la dinámica de estas aplicaciones que permiten al usuario solicitar servicios. La posibilidad de dar una puntuación a la calidad de un trabajo genera un «empoderamiento del cliente», con consecuencias tan extremas como que una baja calificación supone que la aplicación deje de contar con un trabajador. «El prestador del servicio puede verse obligado a hacer cosas que no entran en su contrato. Vas a reparar la persiana y te pagan solo por eso. Pero 'ya que estás', te piden que mires el ventilador. O le piden al repartidor de pizza que baje la basura. El trabajador sabe que si no lo hace puede recibir una mala nota y ser desconectado de la plataforma. Hay estudios en Estados Unidos sobre el tabaco. Está prohibido fumar en el vehículo: el taxista te dice que lo apagues, pero el conductor de plataforma, que ve que puede recibir una mala nota si se enfrenta, no lo dice. El empoderamiento del cliente es muy grande, sobre todo porque no tienes un encargado ante el que reaccionar. Con el algoritmo no puedes debatir. No le puedes contestar. Tiene una orden: si bajas de una determinada puntuación estas desactivado», explica. «Dejas de ser trabajador para ser un sirviente. Ya no buscas hacer bien el trabajo sino que haya gustado», lamenta.

Otro de los riesgos de la reputación digital es lo que el profesor Todolí llama «doble sanción» en un libro llamado Vigilancia y control en el Derecho del Trabajo Digital. En efecto, las valoraciones de los clientes muchas veces son publicadas en internet en páginas web especializadas, esto significa que el trabajador sabe que una mala evaluación, no solo puede hacerle perder el empleo actual, sino que puede impedirle encontrar un nuevo empleo en el futuro, dado que esa información puede perseguirle durante años.

Acoso sexual

Como una derivada de la reputación digital, los autores citan el acoso como uno de los riesgos específicos de trabajar en plataformas. Con un trabajador siempre evaluado y que por tanto siempre debe estar a disposición, ese 'el cliente siempre tiene la razón' alcanza un nuevo significado. Todolí apunta que, según estudios, conductoras de aplicaciones sufren más piropos o intentos de ligue que sus compañeras del taxi. El profesor apunta a otra situación: llevar comida o cualquier servicio a una casa supone entrar en un ámbito doméstico en el que se es más vulnerable a sufrir cualquier tipo de agresión.

Problemas psicológicos por la incertidumbre

Trabajar por encargos, una de las claves de este tipo de economía, supone una ausencia de contrato laboral y, por tanto, de estabilidad. Además de ser un problema social, por la precariedad, puede provocar ansiedad, incertidumbre y problemas de personalidad, concluye.

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