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La diversificación de los Penalba

La saga se diversifica pero su espíritu permanece. Hijos de uno de lso empresarios de mayor éxito del sectpor textil de la Comunitat Valenciana, Càndid y Sergi ya vuelan solos. En plena pandmeia han conseguido llevar a sus propias empresas hasta unos resultados prometedores en su primer año de vida. Seguir sus instintos les ha alejado de Cotoblau, pero como ellos se encargan de recordar, llevan en su mochila las enseñanzas de su padre Càndid

Càndid Penalba, custodiado por sus hijos Càndid (izquierda) y Sergi (derecha), en el exterior de Cotopur, una de sus empresas. | EMV

Cuando tu padre es el dueño de una empresa que en 2019 facturó más de 30 millones de euros y tuvo beneficios por encima del millón y medio, la salida profesional parece evidente. Sin embargo, ese no ha sido el camino emprendido (nunca mejor dicho) por Càndid y Sergi, hijos de Càndid Penalba, propietario de la mercantil Cotoblau, especializada en textil del hogar y con sede en Ontinyent. Los dos estudiaron Administración y Dirección de Empresas (ADE) e hicieron sus primeros pinitos en el negocio familiar, pero con el tiempo sus gustos e inquietudes les fueron abriendo otros caminos más allá de Cotoblau. Ahora, ambos son fundadores de dos empresas emergentes que han despegado en un año plagado de dificultades por la pandemia pero que los Penalba, padre incluido, han sabido convertir en oportunidades. Los dos hermanos están diversificando el negocio hacia la moda y la producción audiovisual, pero llevan con ellos las enseñanzas de su padre, siempre presente en sus reflexiones.

Càndid, de 26 años, es el mayor. Al poco de licenciarse, en 2017, se incorporó a la empresa familiar Kamasana Relax, dedicada a la fabricación y distribución de productos del hogar como colchones y almohadas. Más tarde se unió al departamento comercial de Cotoblau donde se encargaba de buscar nuevos clientes y gestionar sus carteras en países como Italia, Albania, Chipre, Senegal o Kuwait. «Y espero que muy pronto Venezuela», añade el primogénito, que todavía compagina su nuevo negocio con esa labor de ventas, ahora focalizada en la mitad norte del país transalpino, aunque ya solo a tiempo parcial.

Y es que, como él mismo cuenta, todo cambió en este 2020. Dos años antes se lanzó a la aventura junto a un compañero de estudios y fundó Kito, una empresa de joyería de venta online. Para dar este salto invirtió los ahorros que tenía para el viaje de fin de curso, pero pasado más de un año el proyecto no cuajaba. «No quería renunciar a él y recurrí a la puerta fría», pero no en joyerías sino en tiendas de ropa multimarca. «Fue un filón», recuerda, ya que a mitad de 2019, tras comprar la parte del negocio de su socio y fundar Kito Design S.L., logró situar su producto en 80 tiendas de Andalucía, Cataluña, Comunitat Valenciana y Madrid.

Kito echaba a andar por fin, pero entonces estalló la pandemia. «En un día se cerró todo y yo me descapitalicé», cuenta Càndid, que entonces tiró de esos contactos hechos en los locales de moda físicos para comprar sus excedentes y producir mascarillas de alta gama. Para ello no usó la infraestructura de su padre, líder del clúster textil de Ontinyent, sino que se las ingenió para hacerlo por su cuenta. Aprovechando la fuerte demanda del que fue el producto estrella de la pandemia y la buena relación con los empresarios que en un inicio comercializaron sus productos, amplió el negocio a la confección de camisetas, sudaderas y pijamas. Los resultados hablan por sí solos: Kito cerrará el año con una facturación cercana a los 500.000 euros y espera crear una veintena de puestos de trabajo en 2021.

El camino de Sergi va todavía más en paralelo al de su padre que el de su hermano mayor. Desarrolló lo que hoy define como su «pasión» en su adolescencia. Le gustaba patinar y comenzó a interesarse por los vídeos que grababan los skaters profesionales del estilo de Red Bull. Como buen millennial, con 17 años se creó una cuenta en Instagram para dar los primeros pasos como creador de contenido amateur y al ver la buena acogida, gastó sus ahorros en su primera cámara para seguir mejorando, aunque sin aspiraciones sólidas. «Era mi hobby, jamás pensé que podía vivir de ello», cuenta con cierto punto todavía de incredulidad.

Con el tiempo —«y trabajando duro», recuerda— fue ganando notoriedad en redes, hasta que a inicios de 2020 decidió dejar de ser autónomo y fundar una agencia de producción audiovisual junto con su socia Carolina Sobrino «ante el aumento de la demanda». En pleno proceso de lanzamiento llegó el coronavirus, que paró el mundo pero no los planes de Sergi. La apuesta les funcionó. Define su productora como «un nuevo concepto de agencia». Debido a las restricciones a la movilidad, apostaron por crear una cartera de unos 30 profesionales del audiovisual de todo el mundo, a quienes subcontratan cuando una empresa les contacta para desarrollar un trabajo en algún país extranjero.

Tras apenas seis meses de actividad, Sergi y su socia cerrarán su primer ejercicio por encima de los 115.000 euros de facturación y miran al futuro con optimismo. Su sector está en pleno crecimiento y no prevé que cambie la tendencia. «Las empresas cada vez invierten más en contenidos digitales porque han descubierto el alto retorno que les genera, que además se ha multiplicado durante la pandemia. Comunicar y transmitir valores de marca a través de redes sociales es un factor clave para el éxito hoy en día». Por eso, están en proceso de expansión: abrirán en 2021 dos oficinas en Madrid y València y contratarán a media docena de empleados.

Tanto Càndid como Sergi ya vuelan solos, pero ambos tienen muy presente todo lo que han aprendido de su padre. «Mi gran suerte no es que mi padre tenga dinero sino que siempre me ha apoyado», dice el pequeño. «He visto a mi padre pasar de tener tres trabajadores a ser el líder europeo en lo suyo», ésa es la «mejor lección» para Càndid.

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