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OPINIÓN

Tiempo al tiempo

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Comenzamos un nuevo año. Tenemos esperanza en que sea mejor que 2020. El agricultor sabe mucho de tener esperanza, cuando tenemos un mal año trabajamos esperanzados de que el siguiente sea mejor. Nuestra esperanza se convierte en resiliencia, y así año tras año vamos trabajando y sobreviviendo, sobreviviendo al cambio climático, a las inclemencias meteorológicas, y sobreviviendo como el eslabón más débil de una cadena comercial que nos lleva por donde quiere. Debilidades como la dispersión, el desconocimiento de los mercados donde se comercializan nuestras cosechas, el desconocimiento de los aforos y de los precios a los que se vende nuestro mismo producto en el pueblo vecino son usadas contra nosotros para que aceptemos cualquier precio por malo que sea. A esto se le suman una serie de malas prácticas, cuando no son abusivas directamente, por parte de algunos de los actores de la cadena comercial, como redondeos, destríos injustificados o tener que cubrir las costas del corretaje cuando todos sabemos que estos señores trabajan para quien trabajan, y no es para el agricultor precisamente. Que me parece muy bien que cobren por su trabajo, pero debería pagárselo el que se lo encarga, no el agricultor. Y esto directamente cuando no hay incumplimientos contractuales directamente. Todo se alinea en contra del agricultor que irremediablemente se ve arrastrado por una corriente contra la que como individuo le es imposible luchar. Es verdad que el agricultor tiene muchos deberes por hacer, pero no toda la responsabilidad es nuestra. Todo el mundo señala al agricultor y le dice que es poco competitivo, pero nadie señala a otros actores de la cadena comercial como son los comercios privados o incluso las cooperativas, que también los habrá poco competitivos. Pero es fácil funcionar cuando eres capaz de que tu falta de competitividad la asuma el de abajo porque tu posición te permite imponerle un precio al agricultor. Es lo que tiene que los precios se compongan de arriba hacia abajo y no al revés, que al agricultor le quedan las migajas. La ley de la cadena alimentaria dice que «los precios pactados entre las partes deben cubrir los costes efectivos de producción». Muchos han salido diciendo que esto es imposible de aplicar y que no podemos competir, se han quedado en la superficie de la ley y no han mirado el trasfondo de la misma, que busca un cambio en la manera de hacer las cosas, dejar atrás las malas prácticas y los abusos en la conformación de los precios para que este sector pueda subsistir.

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