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La larga cuesta de enero de la crisis del coronavirus

Las consecuencias económicas de la crisis del coronavirus podrían persistir durante una generación, según un informe que analiza datos históricos

La larga cuesta de enero de la crisis del coronavirus

«El golpe que la pandemia de covid-19 ha asestado a la actividad económica en los últimos meses no es más que el comienzo. Aunque el colapso rápido y sin precedentes de la producción, el comercio exterior y el empleo podrían revertirse a medida que la pandemia se desvanezca, los datos históricos indican que las consecuencias económicas a largo plazo podrían persistir durante al menos una generación», aseguran en un estudio sobre «La larga resaca económica de la pandemia» publicado en junio de 2020 en ‘Finanzas y Desarrollo’, la revista trimestral del FMI, por los profesores de la Universidad de California Sanjay R. Singh, Alan M. Taylor y Óscar Jordà, este último asesor principal del Banco de la Reserva Federal de San Francisco.

Entre esas consecuencias, los expertos citados destacan el mantenimiento en un prolongado período de tasas de interés «reales deprimidas -algo parecido a un estancamiento secular- que podría durar al menos dos décadas» pero que conllevará dos factores positivos fruto de ese endeudamiento barato. Por un lado, unos salarios reales más altos y, por otro, la apertura de una etapa en la que los gobiernos podrán financiar medidas de estímulo que contrarresten el daño económico causado por la covid-19.

Estos economistas llegan a sus conclusiones tras analizar, entre otros factores, lo sucedido en otras pandemias de mayor o menor incidencia que la crisis del coronavirus, aunque dejan clara una «distinción crucial al extrapolar las tendencias históricas» y es que las pandemias como la peste negra del siglo XIV «ocurrieron en épocas en las que prácticamente nadie llegaba a la vejez. Dado que la expectativa de vida hoy es mayor, la situación podría evolucionar de otra manera. La mortalidad causada por la covid-19 parece afectar desproporcionadamente a las personas de mayor edad, que generalmente ya no participan en la fueza laboral y tienden a ahorrar más que los jóvenes».

Hecha la precisión, los economistas concluyen que las pandemias «tienen efectos duraderos en las tasas de interés». De hecho, la tasa natural de interés, que mide el nivel de equilibrio que mantiene a una economía en crecimiento a la tasa potencial con inflación estable, «se inclina a la baja casi 1,5 puntos porcentuales al cabo de unos 20 años» y «tarda otros 20 años en retomar el nivel original». Los autores aseguran que, en las crisis financieras, dichas tasas pueden quedar deprimidas durante 5 a 10 años. En crisis sanitarias como la actual «la respuesta es aún más persistente». Nada que ver con lo que sucede en las guerras. Y es que, «a diferencia de las pandemias, los grandes conflictos armados provocan también la destrucción de cultivos, tierras, estructuras y máquinas: en otras palabras la pérdida de capital». La consecuencia es que «suelen dejar tasas de interés reales elevadas durante 30 a 40 años». En una pandemia, «la pérdida de empleo sin una destrucción paralela de capital provoca un reequilibramiento de la rentabilidad relativa del trabajo y del capital. La resultante caída de las tasas de interés también puede verse amplificada por un aumento del ahorro entre los sobrevivientes». A todo ello hay que añadir que, «a medida que disminuye la relación trabajo/capital, la tasa natural debería bajar y los salarios reales, subir». Los datos muestran al respecto que, «al cabo de 40 años, son aproximadamente un 10 % más altos».

Así las cosas, los expertos concluyen que las grandes pandemias del milenio pasado «generalmente estuvieron seguidas de bajas tasas de rendimiento de los activos». En su opinión, estas crisis «están seguidas de períodos sostenidos -durante varias décadas- de tasas de interés reales deprimidas. Eso puede reflejar la falta de inversiones necesarias (debido al exceso de capital por unidad de mano de obra superviviente), una mayor voluntad de ahorro (por precaución, más incertidumbre o el deseo de reconstruir el patrimonio) o ambos factores».

Los autores del informe afirman que si las tendencias históricas se repiten tras la covid-19 «el estancamiento secular sería un problema para la política de estabilización monetaria y fiscal durante las dos próximas décadas o más». No obstante, también se preguntan si cabe esperar una caída de la tasa natural de 1,5 % o 2 % esta vez y apuntan tres factores que podrían atenuar dicha disminución.

El primero de ellos es que la «letalidad de la covid dentro de lapoblación total podría ser menor que la de otras grandes pandemias si la atención médica y las medidas sanitarias modernas son más eficaces». A este respecto, cabe precisar que el artículo fue publicado al final de la primera ola de la pandemia y que desde entonces el número de fallecidos en el mundo ha crecido de manera importante hasta alcanzar casi los dos millones de personas, una cifra similar a la de la Gran Peste de Sevilla de 1647 o a la gripe asiática de 1957, pero a una distancia sideral de los dos fenómenos más dañinos: la peste negra de 1331 que causó aproximadamente 75 millones de muertos en Europa y la mal llamada gripe española de 1918-1920, que se situó en torno a los 100 millones. Claro que en el medio año transcurrido el mundo cuenta ya con al menos cinco vacunas que ya se están administrando y que auguran que el fin de la crisis podría ser una realidad en el transcurso de este 2021.

El segundo factor a tener en cuenta es que la covid afecta sobre todo a personas mayores que ya no forman parte de la fuerza laboral y que suelen ahorrar más que los jóvenes. Nada que ver con los viejos tiempos de la Edad Media, donde el daño fue aún más considerable por la menor población de aquella época. Por último, los economistas destacan «la decisiva expansión fiscal lanzada para contrarrestar la pandemia», que «incrementará aún más la deuda pública, reduciendo la tasa de ahorro nacional y, quizá, empujando al alza las tasas de interés reales». Como conclusión final, estos economistas aseguran que prevén un período sostenido de tasas de interes reales bajas, lo que «crearía un saludable espacio fiscal para que los gobierno mitiguen con fuerza las consecuencias de la pandemia».

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