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«No son tiempos para los poetas ni para los novelistas»

«No son tiempos para los poetas ni para los novelistas»

El periodista y escritor Antoni Gómez (Sagunt, 1960) acaba de publicar una nueva novela en Onada Edicions, Maleïts entrepans, que mañana a las 20 horas se presentará en la Biblioteca de Sagunt. Periodista comprometido en distintas causas sociales y a través de sus artículos en Levante-EMV, ex redactor de RTVV e implicado en la lucha por su reapertura, participó abiertamente en contra de la demolición del Teatro Romano y ha denunciado desde estas páginas en reiteradas ocasiones la situación de abandono del patrimonio saguntino. Como escritor, ha publicado poesía, crítica literaria y artículos periodísticos. Maleïts entrepans es la segunda novela que publica, después de El camí de les merles (2009)

Tras una larga trayectoria poética, ahora sale a la luz su segunda novela. ¿Se siente más cómodo ahora en ese formato?

La verdad es que a pesar de los libros que he publicado -poesía, prosa, crítica literaria, artículos periodísticos - mi estado anímico continua siendo el del aprendiz. Quizás El camí de les merles (2009), que es una obra de introspección poética y autobiográfica sobre el tránsito de la poesía a la prosa, me ha llevado hasta Maleïts entrepans (2015), que es la novela que presentaré mañana en Sagunto. Lo que está claro es que mi referencia creativa es la búsqueda de un lenguaje que me defina poco a poco como escritor. Una búsqueda muy personal, desde luego, que no atiende más que a mi radical intuición personal y creadora, más allá de las modas, los géneros y cierta literatura políticamente correcta, muy en boga. En este sentido, siempre he tenido la pulsión de la prosa, incluso cuando escribía poesía.

¿Volverá a la poesía, o no son tiempos para los poetas?

Ni para los poetas ni para los novelistas. No son tiempos para la cultura escrita. Se impone la frivolidad de la imagen y los mensajes concretos y prefabricados, la ley de la industria audiovisual. El lector/consumidor tiene en general alergia al pensamiento abstracto y, en todo caso, triunfan los libros de los famosos y famosas del mercadeo mediático. Generalmente una perfecta mezcla de basura literaria e intereses comerciales. Es lo que hay. Pero vaya, a pesar de todo, cada creador o creadora ha de ser capaz de encontrar su público, si es que lo encuentra, o en todo caso luchar para encontrarlo porque existen personas cultas que saben valorar las obras más allá de los fuegos artificiales mediáticos. Será reducido, eso está claro, pero como decía T.S. Eliot lo que importa es que un poeta tenga siempre al menos un público reducido en su generación. Las redes sociales pueden ayudar mucho en la divulgación de los trabajos.

En su nueva novela, ¿ha vuelto de algún modo a su pasado y a sus raíces, verdad?

Quizás nunca me he ido, siempre mis temas -incluso en el ciclo poético- han girado en torno a la memoria histórica y el pasado. Como dice John Berger, los escritores son los secretarios de los muertos, inevitablemente. En definitiva, reconozco que una de mis obsesiones es el paso del tiempo y su huella profunda en las generaciones anónimas, alejadas de los centros de poder. En este sentido, admiro mucho al escritor Bohumil Hrabal, el gran poeta de las gentes humildes y oprimidas de la Praga de los años grises del comunismo.

¿Cuánto hay de autobiográfico en ella?

Hay una gran parte autobiográfica, claro. Ahora bien, he partido de la memoria como una fuente abierta a la imaginación, es decir, no he pretendido escribir una crónica sentimental y memorialística de mi infancia, en absoluto. Al fin y al cabo la memoria también es ficción, es parcial y selectiva. Lo cual no quiere decir que los personajes no tengan un hálito real, por supuesto. Que estén más o menos inspirados en personas que he conocido, en algunos casos es así y en otros no, hay también imaginación.

¿Sería posible haberla escrito con otro escenario de fondo que no fuera Sagunt?

No, porque mi infancia transcurrió en Sagunto y las calles y paisajes que conocí están ligados al imaginario del castillo, el barrio judío y la ciudad de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Mi familia tenía un bar enfrente del Teatro Romano, el bar Acrópolis, y yo trabajé desde niño en el bar, como era de esperar en aquella época. Pero bueno, el bar y los personajes de Maleïts entrepans no dejan de ser fruto de mi imaginación.

Su obra aprovecha el pasado histórico de la ciudad y lo reivindica de alguna manera, ¿no?

Sí y no al mismo tiempo. Es decir, no hay pretensión reivindicativa, sino pulsión literaria. Pero, al mismo tiempo, la propia pulsión literaria es fruto de una gran pasión por nuestro entorno histórico como espacio de la infancia y como espacio, claro está, de sempiterna reivindicación ante el estado congénito de abandono en el que se encuentra. Me crié entre la gente del centro arqueológico, entre los buscadores de piedras, como digo en un capítulo, entre gente cuya pasión en la vida era buscar restos históricos: trozos de cerámica, monedas, ánforas, estatuas...Mi padre y yo les acompañábamos al castillo a buscar trozos de cerámica sigillata, que era un auténtico mito entre nosotros. Ahora está también el Centre d'Estudis del Camp de Morvedre, el Col·lectiu pel Patrimoni y els Voluntaris del Castell. Por cierto, el domingo pasado falleció Facundo Roca, el restaurador del teatro romano y del castillo, uno de mis maestros particulares de historia de niño y una persona a la que apreciábamos mucho.

¿Tiene algún otro trabajo literario ya en marcha?

La verdad es que tengo algunas ideas, muy distintas de lo que he publicado hasta ahora. Quizás inicie un nuevo ciclo, una nueva experimentación literaria, pero con planteamientos y conceptos de trabajo muy diferentes. Pero quién sabe, siempre es un reto muy difícil por muchas razones. El tiempo dirá.

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