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Sobre el patrimonio industrial

Ya Ya hace casi veinte años que no le encontramos. No vemos su figura enjuta paseando por las calles de Puerto Sagunto. Nos referimos al bueno y viejo maestro Don Maximino Iranzo. En cuanto nos veíamos, después del cordial saludo, nos interrogaba sobre el estado de nuestros estudios de la Historia del Puerto. Le poníamos al corriente de nuestras últimas indagaciones, y la despedida siempre era con sus afables palabras de ánimo para seguir en el camino, reafirmándose con suaves movimientos de su elegante bastón. Aquel hombre fue alguien entrañable para nosotros, con su quijotesca presencia, su educación y su confianza para transmitirnos sus recuerdos.

Porque, en definitiva, ¿Qué es la historia? Sino es una lengua con deseos de contar y una oreja y un cerebro con avidez por preguntar, escuchar y explicarse. De eso se trata.

¿Y qué es el patrimonio industrial del Puerto Sagunto? No puede ser más que los vestigios materiales, muebles e inmuebles, e inmateriales de esa Historia.

Un pasado que hunde sus raíces hace poco más de 100 años, y que surgió como la iniciativa empresarial de unos hombres de negocio vascos, pero que requirió y fue materializada por miles de personas, mujeres y hombres, que acudieron a esa llamada para conseguir así un futuro mejor para ellos y sus descendientes. Gentes venidas de múltiples orígenes que abandonaron por este afán de mejorar. Dejaron todo, poco o nada donde procedían, para llegar aquí. Pero llevaban con ellos lo mejor: sus sueños, sus esfuerzos, sus ideales. Y ese legado, ese coraje que nos trajeron, eso forma también parte substancial de este Patrimonio Industrial, ese cálido intangible que hemos podido acariciar en nuestras numerosas entrevistas recogiendo sus testimonios.

Conocer nuestro Patrimonio Industrial nos llevará a hacer un recorrido por edificios y lugares, catalogando sus existencias, pero también maquinarias, herramientas, muebles, documentos, planos, películas, libros, para poder preservarlos y situarlos en sitios dignos a disposición de los ciudadanos y de los estudiosos que profundicen y se acerquen a interrogarlos y saber. Lugares y edificios que nos cuenten sus recuerdos al pasar delante de ellos. Que nos hablen de las personas que les dieron vida. Y además deberemos recoger y transmitir las vivencias narradas por los habitantes, ya van quedando pocos, que los conocieron en su pasado esplendor.

Y ese es el Patrimonio Industrial, esa es nuestra historia: trabajar contra el olvido, para conocer el pasado, saber de dónde venimos, para saber adónde vamos y qué debemos hacer. Al pasear nuestra mirada por el Patrimonio Industrial, podremos recordar acontecimientos colectivos y revivir grandes problemas de épocas pasadas, paro, despidos, incertidumbres económicas, actitudes despóticas, que nos trasladarán a momentos actuales.

Por ello, la necesidad de conocer ese pasado, nuestro pasado, esa inquietud intelectual, en nuestro caso indisolublemente unida a la obligación moral hacia aquellas gentes que nos dejaron todos sus trabajos e ilusiones para elevarnos ahora sobre ellos y ver un poco más lejos. Esa deuda contraída siempre será impagable. Recorrer el Patrimonio Industrial del Puerto Sagunto nos irá anunciando las tareas pendientes a acometer:

- Volver a hacer accesible a las visitas el Horno Alto con su ascensor ya funcionando. Y conseguir por fin su protección declarándolo de una vez Bien de Interés Cultural, aunque sea a los más de treinta años de la llamada "reconversión" industrial.

- Concluir las obras del Museo Minero e Industrial y dotarlo a continuación de contenido.

- Inventariar los fondos del Archivo minero industrial y ponerlos al alcance de los investigadores en una sede adecuada.

- Acabar de desarrollar y dignificar el recinto de la Gerencia pública.

- Materializar la casa etnográfica del Barrio Obrero, recreando la forma de vida de hace casi cien años en Puerto Sagunto.

- Pensar en las Naves de Talleres para su recuperación definitiva y usos culturales.

Y tantos otros más que no debemos perder. Pero sin olvidar recoger y estudiar las luchas de las gentes para satisfacer sus necesidades cotidianas. Poner nuestra voz a las personas anónimas que son las que han aportado su singularidad al Puerto Sagunto. Un núcleo ciudadano, por ejemplo, que en la larga postguerra franquista levantaba desaprobaciones y temores entre algunas autoridades del nuevo régimen por la alta concentración de personas represaliadas que aquí buscaban cobijo y medio de vida para subsistir y mejorar su condición humana.

Nuestro Patrimonio Industrial requerirá una gestión audaz y ajustada por parte de nuestros representantes, que serán personas capacitadas respaldadas por el apoyo social, pero que atienda a estos factores culturales y humanos que lo han hecho posible. Esa sensibilidad les deberemos de exigir. Y no asfixiar ni condenar a los que se han preocupado por ese destino debería ser una buena premisa de esa gestión. Disculpen que éste no haya sido un mero canto a un conjunto de hierros, de ladrillos, de piedras, de maquinarias. Esto ha pretendido ser una declaración de amor a unas mujeres y a unos hombres, nuestros antepasados, en especial a los perdedores. Ha sido un reconocimiento de gratitud infinita a nuestras gentes y sus afanes. Sólo eso.

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