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«Los valencianos abusamos excesivamente del olvido»

Vicent Penya. d. tortajada

¿Qué es lo que más le fascina de la memoria? ¿Su capacidad de deformar los hechos? ¿De olvidar?

Tal y como he dicho en alguna ocasión, la memoria a veces puede ser insólita porque es un conjunto nebuloso de elementos del pasado que a menudo no podemos fijar ni concretar en la mente. Es esencial para la vida, pero también es verdad que es imposible recordarlo todo en todo momento, y que el olvido, su supuesto «antónimo», se hace necesario en determinados momentos, por ejemplo para borrar del cerebro acontecimientos superfluos o terribles.

¿Cree que se trata de un mal endémico de los valencianos en ámbitos que trascienden lo personal o lo ve más generalizado?

Los valencianos abusamos excesivamente del olvido y eludimos demasiado fácilmente la facultad de la memoria. Si tuviéramos más memoria histórica y colectiva seguramente seríamos un país más vertebrado y con más perspectivas de futuro. Ya lo recitaba el cantante de Xàtiva: «Qui perd els orígens, perd identitat». Ahora bien, en la sociedad en general hay una especie de sacralización de la novedad. Y que lo que hoy es novedad, mañana deje de serlo. Es la consagración suprema del olvido.

¿A qué nivel cree que esto está más extendido, en el plano político, social, histórico?

Ni qué decir tiene que algunos políticos juegan con el olvido de la población en beneficio de sus intereses. Y también a nivel social y histórico nos encontramos casos de deformación del pasado.

Centrándonos en su libro, ¿qué encuentra en él el lector?

«Insòlita memòria» es una selección de diez relatos, algunos de los cuales, los más largos, tienen estructura de novela corta, que presentan una gran unidad temática y ambiental, y que parten de la memoria personal, de algún recuerdo anecdótico de mi infancia y juventud, para desarrollarse libremente hasta lograr un universo narrativo ficticio que intenta concebir la huerta de Valencia, dentro del universo mediterráneo, como un imaginario literario. Atención: entiendo la huerta de Valencia como un espacio geográfico que podría englobar las comarcas de la Ribera, la Safor, el Camp de Morvedre, la Plana, etc.

Tengo entendido que es un libro con una unidad que se descubre al final. ¿Recomienda leer los relatos cortos en el orden en que se han publicado o se pueden entender bien si se abordan de manera aleatoria?

Se pueden leer como una unidad, ya que están ordenados con una cierta cronología, pero también es verdad que cada narración presenta una autonomía propia que propicia una lectura aleatoria.

Con esta obra ha logrado el premio Vila de Puçol y, en su trayectoria, ha recibido otra decena de galardones. Imagino que supondrá un orgullo, pero no sé si esto es indicativo de lo difícil que es publicar en valenciano.

En efecto. En el País Valencià se está haciendo una literatura de alto nivel en lengua propia, sin embargo, desgraciadamente, lo que falla es la sociedad. Los índices de lectura son muy bajos, y los de lectura en nuestra lengua más aún. Desde luego, los premios son un incentivo para los autores, pero habría que promocionar la lectura a todos los niveles.

¿Cree que las administraciones deberían apoyar más al sector? ¿Cómo, con más premios, con ayudas a la edición?

El gran problema de los escritores valencianos es la falta de visibilidad, tanto individual como colectiva. La administración podría ayudar a paliar este problema con la puesta en marcha de más medios en nuestra lengua, sobre todo audiovisuales. Por otro lado, tengo entendido que Valencia era hasta ahora la autonomía con lengua propia que menos aportaba a las ayudas a la edición.

¿Qué opina de los premios Ciutat de Sagunt?

Además de dar gran proyección a la población, han permitido descubrir nuevos autores y se han consolidado plumas reconocidas.

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