Una mala racha y un accidente: Natasha salvó la vida pero no las piernas cuando un tren pasó por encima a los veinte años. Ahora luce dos prótesis de color beige que le cubren más allá de las rodillas.

Lo vi en la foto que encabezaba el dosier de Adampi cuando vino a mi consulta a pedir colaboración para su ONG, de esto hace un año y pico. Ya la conocía. Lo del accidente de tren quedaba lejos, una década atrás, lo de Adampi no estaba cerca tampoco, pero avanzaba en una dirección opuesta. Se llamaba esperanza.

Ese día nos lo contó a mi enfermero, J.A. Climent, y a mí frente a un café con leche corto de café que le sabía buenísimo. Qué lejos quedaban también nuestras zozobras con ella en el centro de salud mental, cuando su depresión todavía pedía mucha paciencia y cariño. Es lo que quiere darle a las personas que, como ella, tengan que enfrentarse a un cambio traumático en sus vidas.

Natasha lleva años estable pero siempre nos gusta que venga a saludar a la consulta con su sonrisa pecosa. Es una inglesa afincada en Sagunto desde el 2001 y tiene la expresión pizpireta de Daniel el Travieso, con mucha más luz en la cara, la que se le ha quedado enganchada en los ojos azules desde que vive en el Mediterráneo. Adampi Ibérica lleva años en marcha a nivel nacional y la delegación valenciana que Natasha reflotó hace años había pasado por una etapa de silencio, pero ahora tiene un nuevo impulso desde el 2015 y opera en el Camp de Morvedre.

Aquella mañana ojeé las fotos de su dosier de Adampi y encontré esquiadores amputados, gimnastas paralímpicos, todos sonriendo a la cámara. Mientras nos contaba su proyecto yo me decía que ella es más plusmarquista que todos ellos, ella había vencido también una depresión, la condición más difícil de todas.

Cerrar el dosier y ofrecerle nuestra ayuda fue todo uno. Como psiquiatra y enfermero de salud mental nos convertimos en voluntarios y podíamos centrar nuestra tarea en la ayuda psicológica. Montamos talleres para formar a personas afectadas, familiares y voluntarios.

El apoyo emocional en la rehabilitación es una tarea que hasta los mismos clínicos a menudo desatienden por miedo o desconocimiento. Entender el sufrimiento emocional de una persona amputada y permanecer a su lado sin dramatismo, con serenidad y coraje, no es algo que se pueda improvisar.

Asimismo estudiamos el síndrome del miembro fantasma, una dolencia específica que puede provocar dolor crónico si no se atiende a tiempo, sobre todo a nivel psicológico. Nos pusimos manos a la obra y el equipo de voluntarios de Adampi pronto estuvo formado; hoy ya están deseando acudir al rescate del amputado tanto en el hospital como en su domicilio.

Los tipos de amputaciones que pueden atender abarcan desde miembros a mastectomías, pasando por personas que pueden haber perdido un globo ocular. Y las tareas que ofrece Adampi abarcan también desde el asesoramiento en recursos ortopédicos hasta el reciclaje de prótesis o lo más sencillo y agradecido: las visitas de apoyo a domicilio. Voluntarios dispuestos a acompañar a una persona amputada a la farmacia o al médico, a acercarle las medicinas a casa o las mismas muletas, a veces una simple sonrisa, un rato de charla o un vaso de agua.

De momento, nos hemos empleado en charlas para foros diversos, desde equipos médicos (como está proyectado en el próximo año a través del EVES), a asociaciones de pacientes (como la celebrada el pasado invierno en la Asociación de Diabetes de Camp de Morvedre o la pasada primavera en las Jornadas de Cáncer de mama del Hospital de Sagunto).

Diabetes. A día de hoy la mayoría de personas amputadas en nuestro medio lo son por causa de la diabetes y sufren pérdidas de miembros, sobre todo inferiores, a una edad avanzada. Cada vez son menos las personas jóvenes que, como Natasha, deben sobreponerse a una amputación traumática, por accidente. Éste ha sido el único escollo a la hora de hacer llegar nuestro trabajo: los amputados son pocos, las condiciones sanitarias que evitan la amputación son cada vez mejores y esto ha convertido al amputado en un caso de «enfermedad rara». Como tal, resulta también difícil conseguir la fuerza y visibilidad necesaria para que sean atendidos como se merecen. No olvidemos que la sociedad en la que nos movemos está diseñada para seres perfectos, turgentes y bellos. Completos. Y olvidamos que la perfección está en la lucha, en el impulso para superarse y darse una oportunidad. La lucha que hace de Natasha una doble plusmarquista.

Hace un tiempo la acompañé al hospital Pesset en Valencia para reunirnos con los especialistas en rehabilitación y el calor hacía arder la chapa del coche de camino al aparcamiento. Lo usé como coartada e intenté dejarla en la puerta del hospital, quería evitarle la caminata sin humillarla. Don´t worry me soltó con su voz cristalina y relajada, recordé entonces que sufría agujetas de lo mucho que había nadado el día anterior en la piscina, «lo menos cuarenta largos».