Rozaban las 10 de la mañana y el cementerio de Paterna respiraba emoción bajo un cielo nublado. Decenas de familias se congregaron ayer ante la fosa número 22 del camposanto de l'Horta Nord para seguir manteniendo viva la memoria. La de los suyos y la histórica. La de todos. Y es que ayer, fue el primer día del proceso de exhumación de la sepultura.

«Esperamos encontrar, en los próximos dos meses 39 cuerpos», apuntó, en este sentido, el director arqueológico de la Asociación Científica ArqueoAntro, Miguel Mezquida. «En una semana esperamos llegar a los restos de los represaliados, ubicados bajo los cuerpos de enterramientos ordinarios», añadió. Entre las víctimas se encuentran vecinos de diferentes poblaciones de València (Alberic, L'Alqueria de la Comtessa, Benaguasil, Benifaió, Bunyol, Sagunt, Xàtiva o Yátova). La presentación de la actuación, financiada por la Diputació de València contó con la presencia de la responsable de Memoria Histórica, Rosa Pérez. «Compartimos la alegría de las familias que pensaban que no iban a vivir este momento, un momento que se ha demorado demasiado», añadió la diputada. Matías Alonso, del Grupo de Recuperación de Memoria Histórica, afirmó: «De estas iniciativas no sale sino paz y tranquilidad para hijos y nietos de los asesinados por sus valores que hoy rigen en toda Europa». Al acto también asistieron la concejala de Patrimonio de Paterna, Carmen Gayà, la secretaria de Memoria Histórica de la Ejecutiva del PSPV, Alicia Piquer y la alcaldesa de Bunyol, Juncal Carrascosa. «Según las investigaciones del historiador Vicent Gabarda-explicó Mezquida- los fusilamientos de estas 39 personas se consumaron el 28 de julio de 1939, pocos meses después de acabar la Guerra Civil».

«La cena se quedó en la mesa»

Sentadas en dos sillas plegables escuchaban atentas las hermanas Pilar y Sonia Hernández, de Yátova. Cuando se llevaron a su padre, Francisco Hernández Juárez, Pilar tenía siete años y Sonia, dos. Él era juez de paz. Al acabar la guerra lo denunciaron y lo encerraron en la prisión de Chiva. «Era pequeña pero esas cosas no se olvidan», cuenta la mayor de las dos. «Vino el alguacil y se lo llevaron. No le dejaron ni cenar. Recuerdo que se quedó el plato en la mesa, a él se lo llevaron y ya nunca volvió». Y con la cena en la mesa, también se quedó Pilar, Sonia, sus otros cinco hermanos y su madre. «Al enterarse que había muerto, mi madre se quedó helada. No le salían las lágrimas», cuenta emocionada la hija de uno de los represaliados de la fosa 22.

«Muchos dicen que estos son cosas del pasado, pero a mi madre no se le pasó. La dejaron sola, con siete hijos y sin casi paga para mantenernos», lamenta. «Eran unos asesinos. A mi padre lo mataron por sus ideas, él no hizo mal a nadie». Ahora que comienzan las exhumaciones, las hijas de aquel juez de paz quieren llevarle a Yátova con su madre y sus hijos. «Podrán descansar juntos».

No todos los hijos de represaliados eran conscientes de cómo había acabado la vida de sus padres. Carmen Ramón es también de Yátova, tiene 83 años y ayer acudió, junto a su hermana Consuelo al inicio de un proceso que llevaban tiempo esperando.

«Mi padre se llamaba Daniel Ramón Sáez. Era concejal de Yátova y al terminar la guerra lo metieron preso por ser de izquierdas. Tenía 41 años», apunta Carmen. Pero no siempre lo supieron. «Era una cosa tan fuerte y éramos tan pequeñas que en mi casa no se comentaba. Mi madre bastante tenía con cuidar a sus hijos. Éramos 4. No quería ni nombrar ese tema. Nunca hemos sabido nada, también porque si se comentaba en seguida te señalaban como 'hijos de rojos'». Dicen que llevaran los restos con su madre. «Tendremos la tranquilidad de que están juntos».

Mariano Pinilla Pinilla también murió asesinado aquel 28 de julio. Era del Port de Sagunt, pertenecía a la CNT y había sido sindicalista. Ayer, sus nietos y su hijo Lirio, que ahora tiene 86 años, honraban su memoria. «Aquí hay dos cuerpos del Puerto de Sagunto, el de mi abuelo, que murió con 43 años y el de Hipólito Delgado, su compañero, que tenía 23 años». Paco Pinilla, su nieto, no quiere que se «caiga en el olvido». «Queremos recuperar los restos y que haya un reconocimiento de las injusticias posteriores a la guerra».

Así lo piensa su hijo Lirio Pinilla «Yo tenía 8 años cuando lo mataron. Él era un trabajador honrado que tenía sus ideologías, pero al terminar la guerra lo pagó. Franco liquidó a los diferentes», dice, contundente. «Mi padre era de ideología diferente, no había robado ni matado a nadie. Lo mataron por sus ideas y eso es algo que no hay que olvidar, sobre todo para que nunca se vuelva a repetir».