Una auténtica carnicería. Eso es lo que encontró Juan Manuel Calleja cuando a principios de semana acudió a su huerto en Algímia d'Alfara alertado por su suegro que le había avisado de que unos perros asilvestrados habían entrado en su propiedad. Le habían avanzado que los perros habían matado a una cabra que guardaba en un pequeño corral. Lo que no esperaba era comprobar que los perros habían protagonizado un nuevo ataque a sus animales matando a una veintena de sus gallinas. Y lo que es peor aquellos peligrosos animales continuaban dentro cuando él llego.

«Mi primer impulso fue coger un palo y sacarlos de allí», comenta Calleja, «pero me di cuenta que se trataba de animales muy peligrosos y decidí encerrarme en el coche y pedir ayuda». La manada estaba compuesta por seis ejemplares, pastores alemanes en su mayoría, aunque del grupo destacaba un perro blanco que aparentemente lidera el grupo.

Hasta el lugar se desplazaron efectivos de la Guardia Civil y voluntarios de la protectora de animales. Sin embargo, esto no impidió que los animales permanecieran en el lugar. «Los de la protectora me han dicho que tratarán de capturarlos, pero se trata de voluntarios con pocos medios, y desde el Seprona me dicen que ellos no pueden hacer nada porque no son animales salvajes sino domésticos», comenta Calleja.

Este grupo de perros era ya conocido en los alrededores de Algímia e incluso podrían estar detrás de otros ataques a gallineros registrados en huertos próximos. Para Calleja, la situación es indignante. «Está claro que el primer responsable de todo esto es de quien se compra un perro y luego lo deja abandonado, pero los animales están ahí y alguien debería hacer algo».

Lo más preocupante, en su opinión, en que la presencia de estos perros asilvestrados son un peligro potencial también para las personas. «Hay que pensar que por allí también puede haber niños jugando por los huertos, gente paseando, personas mayores, y no puedes saber cómo van a reaccionar estos animales», afirma.

Desde la tarde del incidente Calleja no ha vuelto a su huerto. Cuando se marchó, los perros todavía seguían por allí y algunos vecinos le han comentado que continúan por las inmediaciones. Mientras se decide a regresar, Calleja todavía se siente impresionado por lo sucedido. «Sobre todo lo que le hicieron a la Susi, la cabrita. La destrozaron», recuerda.

«Estábamos muy ilusionados porque estaba preñada, además era un animal muy querido por los niños que venían a verla», comenta. «El año pasado hicimos una excursión con los chavales del colegio para que vieran a los animales; este año queríamos repetirla, pero ya no podrá ser», se lamenta.