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Cuando el periódico se hizo pasodoble

El compositor saguntino Miguel Villar dedicó un tema a El Mercantil Valenciano y otra pieza a la siderurgia

Cuando el periódico se hizo pasodoble

Miguel Villar nació en la calle Muelle Casas de Marcelo del Port de Sagunt un 10 de abril de 1931. Entre sus recuerdos de aquella infancia estaría siempre la presencia en su casa de un periódico, El Mercantil Valenciano. La imagen de aquel diario le acompañaría siempre y muchas décadas más tarde, consolidado como un reconocido músico, le inspiraría una de sus composiciones, un pasodoble. La presentaría en público por todo lo alto. Fue el 21 de octubre de 1990, ante 1.700 personas que abarrotaron el Palau de la Música de València. Cuentan que la por entonces alcaldesa Clementina Ródenas alabó el ritmo pegadizo de la pieza. «Invita a seguir la banda por la calle», dijo.

Aquel momento, sin duda, fue uno de los instantes más emotivos de su vida. Y tuvo muchos. Sin embargo, muy pocos podían imaginarse cuando crecía por las calles del Port, que aquel niño acabaría siendo el centro de atención de un coliseo musical como el valenciano. Porque su vida fue una dura lucha por seguir su gran pasión: la música. Un reto nada fácil para un niño nacido a principios de siglo en una población industrial, donde lejos de las melodías, los sonidos que predominaban eran las estridencias de las sirenas convocando a los trabajadores y el ruido de las máquinas.

El pueblo había surgido en 1907 entorno a un embarcadero construido por los empresarios vascos Sota y Aznar para exportar mineral procedente de las minas turolenses de Ojos Negros. Y sería precisamente en la banda de música Sota y Aznar donde el pequeño Villar comenzaría sus primeros pasos musicales en 1922. Lo haría de la mano de Eduardo Bort que unos años antes, con solo seis años, comenzó a enseñarle solfeo. El propio Villar ironizaría años más tarde de aquellas primeras experiencias: «Llamaban a nuestra banda Els Caragolers, porque siempre que salíamos llovía».

Muy pronto también comenzaría su andadura compositora. Con apenas 13 años dio forma a sus primeras partituras: Profesores de Canet y Elegía. Mientras tanto siguió perfeccionando sus conocimientos musicales. Y mientras tanto, como tantos niños porteños, entró como aprendiz en la siderurgia en 1928, donde desempeñaría variados trabajos, desde calderería a reparar locomotoras, para acabar en las oficinas donde en 1943 solicitó la baja para dedicarse de lleno a la música.

El directo más joven

Pero ni siquiera en aquel ambiente fabril dejaría de estar ligado a la música. De hecho, según relató en alguna entrevista, en 1929 asumió la dirección de la banda Sota y Aznar, lo que le convertiría en uno de los directores más jóvenes de la historia española. Y sería su responsable hasta que un acometimiento trastocara su vida: la Guerra Civil.

El 19 de julio de 1936, Villar es movilizado en las filas del ejército de la República. Su rastro durante la guerra es confuso. Su situación al acabar la contienda es dramáticamente más claro. En abril de 1939 pasa por varios centros de prisioneros en Les Valls y Torres Torres. En mayo de ese año se inicia contra él consejo de guerra. Los certificados de buena conducta, emitidos entre otros por la banda Sota y Aznar permitirán que recobre la libertad.

Y mientras tanto seguirá componiendo y dirigiendo hasta que poco a poco transformará definitivamente la música en su profesión. En los años 50 comenzará a dirigir bandas como las de Carcaixent, Tabernes de la Valldigna o Xeraco. Y a partir de 1966 la de Sax, donde permanecerá hasta su jubilación en 1978.

En su larga carrera musical decenas de composiciones, destacando su aportación a la música de moros y cristianos. Sax lo acogió como un hijo y como tal lo tuvo hasta su fallecimiento en Gandia en 1996.

Pero en aquellos años no olvidaría sus recuerdos infantiles por las calles del Port de Sagunt. Aquellos recuerdos que le inspiraron una composición dedicada a los Altos Hornos. Y también un alegre pasodoble a El Mercantil Valenciano.

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