La inquietud de Noa, el trabajo de su familia y de muchos profesionales ha hecho que la pequeña haya aprendido en 9 meses a expresar con lenguaje de signos si quiere agua, si le apetece comer, oír música o ir al tobogán. «Ha sido un cambio increíble, pues aunque tiene mucho carácter y apartaba la comida cuando no le gustaba o te pidiera música para comer, esto le permite comunicarse mucho más rápido y mejor», explicaba su padre tras resaltar que ha sido en el hospital de La Malvarrosa donde le han enseñado todo esto «y mucho más».

«Allí, en la unidad de daño cerebral, le han enseñando a masticar y a beber o comer bien sin peligro de que se atragante. Mira si es lista que hasta entonces se había inventado una manera propia de comer cosas sólidas», decía.

Mientras también trabajan con ayuda de otros médicos para que la pequeña mejore sus problemas para coger los objetos, su visión y su limitación de movimientos, saben que Noa tiene algo muy a su favor. «Es peleona. Quiere hacer muchas cosas, pero no puede. Lo bueno es que es una niña inquieta, con ganas de jugar, y alegre. Y eso ayuda, pero si encontrásemos a más afectados por la enfermedad, quizás podríamos ir más rápido o ahorrarle tratamientos médicos, como el que lleva ahora, que van a probar con ella un tiempo pero que puede tener efectos secundarios», apuntaba su padre al tiempo en que incidía en «la importancia de no venirse abajo». «No puedes quedarte llorando en un sofá. Lo mejor es luchar y darle ejemplo a tu hija de que siempre hay que seguir adelante», afirmaba.