Querido Sr. X: permítame en primer lugar hacer una pequeña reflexión antes de exponerle mi preocupación. Muchos de nosotros, nos asomamos a la vida política por primera vez tras años de trabajo desde la sociedad civil para mejorar cualquier aspecto de nuestra localidad que consideramos mejorable.

Lo hacíamos con una mochila llena de ilusión y propuestas, pero vacía de experiencia anterior en otras formaciones políticas, lo cual no es su caso. Lo hicimos hace ahora aproximadamente cinco años y decidimos hacerlo sumándonos a un nuevo proyecto político que, por aquellos años, considerábamos, moderno, regenerador, liberal y honrado, además de diferente a lo ya existente hasta la fecha.

Decir que, a fecha de hoy y a pesar de los últimos acontecimientos, seguimos creyendo en ese proyecto al que decidimos sumarnos, aunque he de reconocer que cada vez nos cuesta más y no por culpa del ideario, sino por culpa de las personas que lo representan?, personas con nombres y apellidos.

No pensábamos ninguno de nosotros cuando decidimos trabajar de forma desinteresada, como lo hemos hecho hasta la fecha, anteponiendo el proyecto político a nuestras vidas personales en muchos casos, que íbamos a encontrarnos con que el enemigo, lo teníamos dentro de casa.

Sabíamos cuando nos metimos en esto que la política era muy desagradecida, injusta en muchos casos y con ciertas dosis de deslealtad a ciertos principios?, pero jamás imaginamos, yo al menos, que todas esas cosas íbamos a tener que achacárselas a las personas que se supone que tiene que representar nuestro ideario en las instituciones.

Técnicas pseudomafiosas. ¿Qué se supone que debemos de pensar, cuando las personas elegidas para representarnos, se dedican a utilizar técnicas pseudomafiosas para deslegitimar a todos los que se aventuran a cuestionar su gestión, a cuestionar sus formas o su proyecto personal? ¿Qué se supone que debemos de pensar, y más aún, como debemos de actuar, cuando esas personas como es su caso, Sr. X, se dedican a grabar de forma clandestina reuniones privadas y sin consentimiento de los allí presentes, para forzar situaciones comprometidas que luego usará en los tribunales de forma torticera, con el único fin de justificar su pésima gestión, su falta de proyecto y su soledad institucional?

No es para esto para lo que muchos de nosotros quisimos en su día arrimar el hombro. Porque, si a esto se dedica Vd. A hacerlo con los propios, ¿qué será capaz de hacer con los extraños? No sé si me da más miedo o más pena, pensar a lo que se han expuesto todas y cada una de las personas que en estos últimos seis meses han compartido mesa y mantel con Vd. y que pertenecen a otras formaciones políticas, pero a partir de hoy, ya están sobre aviso.

Querido Sr. X, lamento mucho tener que dirigirme a Vd. a través de esta carta, pero a la vista de los últimos acontecimientos, y viendo que será la tónica general en los próximos cuatro años, esconderse y no dar la cara ante los suyos como ha hecho en pasadas fechas, no me ha quedado otra.

Pero entienda nuestra preocupación cuando vemos que aquel que nos representa y que tiene encomendada la misión de llevar nuestra voz a la Casa del Pueblo, no es capaz de enfrentarse a dar las explicaciones oportunas sobre sus actos, ante los suyos? Si no tiene la valentía para hacerlo, ¿cómo va a hacerlo frente a los que representan otras posiciones políticas?

Sr. X, algunos de nosotros tenemos las espaldas muy anchas y no nos vamos a doblegar ante sus malas artes ni sus procedimientos judiciales para callarnos la boca. Vamos a seguir defendiendo lo que creemos hasta las últimas consecuencias.

Aferrarse al sillón. Entendemos que Vd. necesite aferrarse a un sillón para cobrar esos pocos euros que le asignan mensualmente, un sillón que por cierto, disfruta gracias al trabajo realizado por los que ahora repudia y sobre los cuales se dedica a verter todo tipo de infamias, porque Vd. no ha trabajado ni se merece ocupar ese sillón..., pero no todo vale para ello; permítame decirle que hay cosas más importantes que el dinero, y son los principios, de los cuales Vd. carece.