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Análisis

La cisterna de Algar, ¿árabe o cristiana?

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Algar de Palancia tiene desde hace siglos una cisterna, junto al antiguo Molí dels Frares o Molí de la Senyoria, que, hasta tiempos históricos no demasiado remotos, servía para el abastecimiento de uso doméstico, con agua procedente del lugar de Árguines y, posteriormente, de la Acequia Mayor de Sagunt.

Es habitual que la gente afirme, cuando se refiere a un edificio con tantos años, que «açò és dels temps dels moros» o «esta obra la van fer els moros».

Y esto es lo que ha ocurrido con la cisterna de Algar. Incluso, en algunas rótulos, guías o carteles turísticos figura como cisterna árabe, aunque no en todos. Carlos Recio, autor del libro Historia General de Algar de Palancia, manifiesta que «se cuenta, según fuentes históricas, que -la cisterna- fue construida por los moros y adquirida por los mercedarios», pero sin detallar la fecha de su construcción ni citar prueba alguna. También, en algún medio de comunicación, aparecen noticias sobre el origen musulmán de la cisterna de Algar. Recientemente, en el diario Levante-EMV del 30 de enero de 2020, en su sección sobre Patrimonio Valenciano, se menciona «la antigua Cisterna Árabe». Pero todo ello, repetimos, sin aportar prueba documental.

Por supuesto, los musulmanes tenían entre sus principales preocupaciones, el poseer agua suficiente para sus necesidades, sobre todo domésticas. A ello se refiere el prestigioso profesor Cherif Abderrahman Jah, presidente de la Fundación de Cultura Islámica, cuando nos dice que «la mayor parte de las casas de la España musulmana tenía un pozo en el patio interior, que se aprovisionaba del agua de lluvia que, desde los desagües de las azoteas, iba resbalando por cañerías de arcilla hasta acumularse en el depósito, acostumbrándose a poner unos filtros en la desembocadura para que se limpiara periódicamente».

Posiblemente, aunque no lo afirmamos categóricamente, algunos de los pozos que todavía se conservan en las casas de Algar procedan de esta costumbre y tradición musulmana.

Por su parte, Saturnino Arocas Franch, maestro de Algar e investigador, en su libro escrito en 1945, Datos históricos de Algar de Palancia, nos dice que, tras la repoblación con 26 familias de cristianos viejos en 1610, los nuevos vecinos compraron una parcela de huerta y acometieron la construcción de una cisterna, en el mismo lugar que la actual, pero más reducida y descubierta por su parte superior, en la que era pozada el agua necesaria.

A mayor abundamiento, el profesor e historiador Francisco Hernández Amorós nos relata que, en el Archivo Municipal de Elche, se conserva una parte de la documentación que recopiló el religioso mercedario y comendador de la Merced de Segorbe, Fr. Agustín Arques Jover entre los años 1778 y 1783, en que desempeñó el cargo de archivero de la Orden de la Merced en Madrid y en Valencia (hay que recordar en este punto que los mercedarios ostentaron, primero, la administración económica y, luego, el pleno dominio jurídico de Algar hasta la desamortización de los bienes eclesiásticos de los años 1835 y siguientes), figurando un manuscrito en el que se lee: «el Reverendísimo Sanchiz por los años 1666 hizo fabricar una cisterna para conservar agua fresca en el lugar de Algar, la que es mucha conveniencia para los Vasallos. Ayudaron estos corporativamente con la obra... Gastaría su Reverendísima unas 200 libras». Conviene aclarar que el mercedario José Sanchiz y Fernández fue Barón de Algar y Escales desde 1664 a 1670.

Es decir, que, respetando todas las opiniones, son más creíbles las que nos dicen que la cisterna de Algar fue construida tras la repoblación por familias cristianas, sin dejar de reconocer lo llevado a cabo en el pueblo por la población mudéjar y morisca, que permaneció en Algar más de 700 años, período en el que se creó nuestra primera huerta, la construcción del azud del Barranco de Árguines, de la Bassa Quadrada y la Bassa dels Horts, de la casa-palacio, del Molí dels Frares y de la Sèquia del Poble, de las murallas y portales, de las primeras calles y plazas del pueblo, con algún atzucat como la calle La Parra incluido, la artesanía de la seda, etc. Y algo que merece la pena ser destacado: los musulmanes nos dejaron en herencia el nombre de nuestro pueblo, Al-gar.

La cisterna, que aún se conserva hoy, es de planta cuadrangular y su acceso tiene lugar por una rampa suave de piedras de río. En su interior hay una pequeña escalera y, a su derecha, se encuentra l'aixeta i la pica. En el exterior existe una caseta cilíndrica por la cual se puede acceder a su interior para su limpieza. El edificio ha tenido algunas pequeñas reformas a cargo, no todas, dicho con todos los respetos, demasiado acertadas, y se ha procedido a embellecer su entorno. La cisterna se utilizó hasta que, en 1949, se instaló una fuente pública en la Plaza Mayor y, años después, se llevaron a cabo las obras para dotar a todas las viviendas de agua potable.

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