Cuando algo importante ocurre en nuestras vidas, un acontecimiento que nunca antes habíamos vivido, nuestro cerebro necesita que alguien en el que pueda confiar, le cuente, le explique que está ocurriendo, para poder comprender, asimilar a que nos enfrentamos.

Y cuando todo esto pasa, necesita ante todo que le digan la verdad y que se la digan a tiempo para poder comenzar la huida a territorio seguro. Es así como se evita que el fuego no te queme.

Los dirigentes políticos tienen la obligación, insisto, la obligación, de saber donde está el fuego, en que dirección sopla el viento y cuanto bosque tiene que quemar antes de llegar a nuestra tierra.

Y eso se sabe, ellos lo saben o deberían saberlo.

Ahora el fuego es invisible, lo llevan en su piel muchos ciudadanos sin saberlo, por que no ilumina ni calienta. Por que no depende del viento ni del bosque, de la distancia o del agua que tengamos para apagarlo.

Es silencioso y se mueve rápido.

Camina por los mismos lugares que el olor a azahar, las manos con las que acariciamos a nuestro hijo, la boca con la que besamos y los ojos con los que miramos todo ello.

Teníamos el fuego muy lejos y entonces les pareció a los que nos tienen que proteger, que había tiempo.

Se fue acercando pero a los que conducen el rebaño siguió pareciéndoles que a nosotros no nos llegaría.

Todavía.

Hace muchas semanas que era una amenaza, pero no se hizo nada, excepto dar cuenta diaria de los positivos en un test que solo hacían si habías viajado a China. Después se amplió a los que viajaron a Italia. Pero algunos aficionados al fútbol viajaron en masa a ese país y nos trajeron el incendio. Pese a eso se continuó viajando y se jugó un partido a puerta cerrada mientras en el exterior del estadio los hinchas gritaban sus consignas en un tumulto de gente semejante en calidad al de una mascletà.

Estuve una semana en ARTmadrid donde exponía mis trabajos. También visité Arco y solo vi a dos personas con mascarilla, que en aquellos momentos era el producto estrella que desapareció de las farmacias. Luego nos dijeron que realmente no hacían falta, pero alguien ya había hecho su agosto.

De regreso a casa, Madrid comenzaba a ser zona de riesgo. Pero se permitió manifestarnos el 8 de Marzo y se celebraron otros eventos multitudinarios. Ahora el criterio ha cambiado y Madrid es la nueva Italia.

Y cuando el humo comienza a cegar nuestros ojos, entonces y solo entonces, deciden que hay que controlar la situación.

En estos momentos, el presidente de la nación ha declarado el estado de alerta, y el teléfono para notificar que eres un posible positivo, según su propio test, comunica siempre.

Mientras, la gente compra de forma compulsiva rollos de papel higiénico, dejando al prójimo sin existencias.

Cuando algo importante ocurre en nuestras vidas, surgen héroes y villanos.

Los héroes de esta historia son todos los que intentan a toda costa, incluso sin mascarillas, salvar a los que nos salvaron de la crisis. A las que nos dieron a luz. A los que nos educaron y nos llevaron al colegio todos los días. Estos valientes, mujeres y hombres, que consiguen que los contagiados salgan adelante con carencias de material, camas y personal. Han pasado unos días de incertidumbre, esperas para resolver dudas por capítulos, como si de un maratón de serie se tratara, con aciertos y decisiones que escapan al más básico sentido común. Quiero pensar que debido a la falta de experiencia en estas circunstancias.

Pero ahora es momento de unión y colaboración, de que todos nos comportemos de forma coherente para conseguir vencer al fuego. Y lo conseguiremos si pensamos en los demás, si dejamos trabajar a los que saben cuidarnos y los pastores del rebaño nos guían con sabiduría y sin perder un solo minuto para poder comenzar la huida a territorio seguro.