La situación que estamos viviendo a raíz de la pandemia por COVID-19 está exigiéndonos sacrificios, poniendo a prueba nuestra forma mental y sobre todo exigiéndonos solidaridad entre toda la sociedad como única forma por el momento para hacer frente al virus y también para ayudarnos los unos a los otros.

Desde mi punto de vista, como trabajadora de una residencia de ancianos que soy, he decidido mostrar mi opinión sobre la situación que vivimos, ya que considero que es vergonzoso cómo hemos sido abandonados, en mi caso particular, en las residencias de ancianos, por parte del aquellos que realmente tienen en su mano la posibilidad de someternos a test de prevención de COVID-19, lo que más me llama la atención, además del estado de abandono al que estamos expuestos es que se limitan diariamente a telefonearnos para saber si tenemos casos diagnosticados y cual es el numero de los mismos, como si únicamente quisieran situarnos en las estadísticas e informes diarios de contagios.

Lo más terrible de la situación es que a pesar de que mantenemos a los residentes en las condiciones de seguridad, salud y prevención pertinentes, los trabajadores, que somos el único nexo entre los residentes y el exterior, no tenemos herramientas para saber si estamos infectados al llegar a nuestras casas pero tampoco al llegar a nuestros puestos de trabajo, siendo esta situación de extremo riesgo porque realmente faltan medios para detectar casos que pongan en riesgo la salud de tantas personas vulnerables como lo son la personas con las que trabajamos, así como para la de nuestros familiares y compañeros de trabajo.

Ante esta situación hemos pedido reiteradas veces que nos sometan a pruebas para determinar los posibles contagios que se podrían estar dando, pero únicamente recibimos negativas, ante esto, me pregunto hasta que punto son validas las medidas de prevención que llevamos a cabo, ya que sin estas pruebas cualquier trabajador puede estar sin saberlo, llevando a cabo el proceso de contagio, ya que si bien es cierto que guardamos los protocolos anti contagio, nuestro trabajo, por la naturaleza y estado de nuestros residentes, exige ciertas veces exponer tanto a residente como trabajador a situaciones de alto riesgo de contagio, como son entre otras, las tareas de toma de temperatura, duchas e incluso recibir el afecto que muchos residentes, que dado su deterioro cognitivo, no entienden la situación y nos muestran su afecto, como de costumbre a través de abrazos y besos, abrazos y besos que por otra parte no podemos aceptar en contra de nuestras emociones, aunque sea esto una forma de protegerlos a ellos.

Por todo ello, lo que esta situación está suponiendo entre los trabajadores de mi sector, no es solamente un gran esfuerzo físico si no también un gran esfuerzo emocional.

Es frecuente ver cómo tras las jornadas de trabajo, los auxilares que durante todo el día han llevado a cabo su trabajo de forma ejemplar, intentando cuidar de nuestros mayores de la mejor forma posible y manteniendo oculta siempre una sonrisa detrás de sus mascarillas, caen rendidos, exhaustos, llorando por el agotamiento acumulado.

Ante todo esto, siento mi deber no solo pedir, si no exigir a los responsables, que nos concedan cuanto antes los medios necesarios para saber si todo este esfuerzo está siendo en vano, sería de gran irresponsabilidad, seguir dejando al personal que está haciendo todo lo posible en sus manos para proteger a los residentes de los geriátricos vendidos al contagio y con ello, a sus familias y a los propios ancianos, que son los más vulnerables. Necesitamos equipos de protección individual y sobre todo que nos sometan a test de contagio, y lo necesitamos ya.

Por último, me gustaría agradecer a toda la gente que nos ayuda de forma totalmente altruista, tanto en forma de donaciones, como el dr Gabriel Serrano de Sesderma, con su gran envío de mascarillas, los trabajadores de Consum de La Pobla de Farnals y la Asociación Municipal de Amas de Casa con sus mascarillas de tela. Pero también, es de agradecer, a los familiares de los residentes que en forma de ánimos y felicitaciones y mis propios familiares, que son fundamentales para seguir con el alto estado anímico que alimenta nuestras fuerzas para seguir adelante, además de cómo no, a todos mis compañeros de trabajo, desde director de centro hasta auxiliares, pasando por psicólogos, recepcionistas, responsables de lavandería, personal de limpieza, cocineros, y todos los que hacen posible que sigamos adelante. Hoy mi aplauso va para vosotros. ¡ÁNIMO!