A día de hoy, hablar de Martirio o de Santos parece algo descabellado. No obstante, vamos a extraer el sentido y la vigencia de estas palabras, no sólo desde un punto de vista ortodoxo, sino también desde las extensas conexiones que unen el ayer con el hoy más inmediato.

Empecemos por los Santos. S. Abdón y S. Senén lo son por su vida ejemplar, lo que aparte de la frase hecha, significa que sirven de referencia a todos aquellos que necesitan o necesitamos mirar a otras personas para ver cómo lo hacen o cómo se han conducido ante las dificultades, el frenesí de algunos momentos, el dolor desmesurado y las decisiones a tomar, cuando no se trata del color de la tapicería sino de la vida o la muerte propias o de terceros.

Ellos han sido referencia para muchos, se jugaron literalmente la vida enterrando cristianamente a los perseguidos, y a su vez fueron también perseguidos, torturados y asesinados por los enemigos, ahora diríamos de la libertad religiosa. Sabían lo que debían de hacer y no desfallecieron. Sin embargo, la vida es muy larga y los siglos pasan y a veces se borran los recuerdos más directos o ajustados a la verdad de los hechos, quedando el mito y la narración como poderosos catalizadores de lo que en cada momento del tiempo histórico se va volcando y llenando, cambiando y a veces confundiendo lo sucedido por lo que creemos que ha pasado. Así para muchos pueblos y ciudades, sobre todo de la vertiente mediterránea o de las tierras de interior, S. Abdón y S. Senén, son los patronos del agricultor, al que protegen de las granizadas y de las tormentas estivales. A ellos nos encomendamos, como a Santa Bárbara, cuando el cielo relampaguea y las nubes se oscurecen peligrosamente. Pero hoy no se trata sólo de eso, hoy reivindicamos su santidad por haber hecho lo impensable en un momento difícil, y por ser referencia emocional y espiritual gracias a su forma de vida, tampoco debemos olvidar su dolor martirial sufrido cuando la falta de respeto a la vida ajena pasaba por el camino de la tortura.

Y ahora hablemos de nosotros, de nuestro tiempo, y veremos las connotaciones y el sentido actualizado de las palabras Santos y Mártires.

Qué decir de la Covid-19 que no se haya dicho ya, pero veamos un enfoque distinto, acaso no están cerca de una vida moralmente ejemplar, los sanitarios, los acompañantes, los farmacéuticos, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, el personal de limpieza, los trabajadores de supermercados, los emprendedores locales que atendían a quien fuera y a la hora que fuera en su barrio, los que pertenecían a las unidades logísticas de distribución y transporte, los educadores enseñando desde casa a los alumnos, las familias encerradas con sus criaturas y sin saber qué más hacer, los ancianos que se han visto solos, o el personal de las residencias y asilos, atendiendo con grandes limitaciones y honradez a los abuelos, no olvidemos que están en su casa y no en un hospital, y así tantos y tantos ejemplos ante los que pido disculpas por no citar, pero que sé que han estado ahí, viviendo este momento que aún no ha pasado con la ejemplaridad moral propia de aquellos a los que tradicionalmente hemos dado en llamar Santos.

¿Y Mártires? Cuánta gente ha fallecido sin poder despedirse de los suyos, sin un entierro adecuado a la dignidad de las personas, sufriendo por una enfermedad que sólo atiende a las razones personales de la inmunidad de cada cual, cuántos a día de hoy siguen luchando contra las secuelas de una enfermedad de la que poco sabemos, aunque hay que decir también que cada día que pasa la carrera contrarreloj de la investigación nos permite vislumbrar con esperanza lo meses venideros?

Así están las cosas, y no olvidemos que resistir es vencer, seamos dignos herederos de los que con sus vidas pasadas nos han enseñado una lección de amor y fortaleza, cuidemos del prójimo y de nosotros, seamos responsables ante la adversidad y, además de llevar mascarilla, no nos olvidemos de rezar.