Pocas veces un incidente fortuito ha tenido tanta transcendencia en el devenir de nuestro paisaje urbano. El grandioso árbol situado al este de la plaza del Sol, junto al patio del colegio de Begoña, se desgarró por la mitad cual granada madura y no hubo más remedio que arrancarlo. Había otro (no tan grande) próximo al mercado que desapareció al hacer el aparcamiento subterráneo. Se trataba de un ombú o bellasombra, árbol originario de la región comprendida entre el nordeste de Argentina, Uruguay y sur de Brasil, y como su nombre indica se caracteriza por proyectar una gran y refrescante sombra bajo su copa. Como curiosidad podría decirse que es un árbol con una estructura que le asemeja más a una hierba gigante, lo cual ha creado controversia entre el mundo botánico. Sus caprichosas raíces sobresalen de la tierra de forma abultada y grotesca, y han servido de zona de juegos a cientos de niños que se acercaban por la plaza, y a buen seguro sintieron como perdían una parte de su historia.

Este árbol mal herido fue reemplazado por varios ficus, olivos y palmeras restaurándose este espacio verde, que iba recuperando poco a poco su fisionomía verde. Y así fue hasta que en 2019 y con la excusa que la falla de Plaza del Sol necesitaba espacio para ubicar el monumento conmemorativo de su 25 aniversario, el ayuntamiento decidió arrancarlo todo y echar grava, sin estudiar otras alternativas, en un estúpido intento de enfrentar a la ciudadanía con el mundo fallero. Dado el revuelo que se armó, el gobierno municipal se comprometió a restaurar la zona verde una vez pasadas las fiestas josefinas. Pasado más año y medio nada se ha hecho, ni siquiera se han molestado en adecentar la zona durante los últimos periodos electorales; debe ser que al electorado porteño se la puede dar con queso, ya que es fiel a «su partido» esté como esté el pueblo y hagan lo que hagan. Por cierto, la orden de eliminar este jardín la cursó la entonces delegada de la SAG, Roser Maestro, a petición de la concejalía de Fiestas. Y parece que este gran logro y alguno más le catapultó a lo más alto de la política nacional, y hoy su Señoría calienta asiento en el Congreso.

Con que facilidad se hace política medioambientalista de salón, hablando de zonas protegidas, de reducción de emisiones contaminantes o de lucha contra la contaminación y cambio climático, y se olvida lo más cercano y cotidiano, lo que tenemos bajo la ventana de nuestra casa y puede hacer más agradable nuestro entorno inmediato. Y así vemos con tristeza como esta plaza, este espacio que fuera el centro histórico de El Puerto, donde se encuentra el olvidado monumento al trabajador, el hormigón le gana terreno al jardín y se degrada década tras década, con actuaciones urbanísticas de dudosa necesidad y peor gusto.

Son muchas las señales que muestra El Puerto de abandono, suciedad, degradación y desprecio por nuestro Patrimonio, y esta plaza del Sol es un buen ejemplo.