No hay escrito más triste que aquel que se refiere al fallecimiento de un ser querido, de un amigo: Vicente Antonino Meliá, Ramuncho.

¡Qué curiosa, caprichosa y cruel es la vida!, si se publicará este escrito, serían dos escritos de un adiós definitivo para dos buenos amigos. Los primeros que tuve cuando llegue a Sagunto: Pepe y Vicente.

Hablar de Vicente, es hablar de bondad escondida en una falsa apariencia de hombre duro, rudo.

Chillón si se quiere, pero siempre dispuesto. No sabía mandar, se adelantaba al mando y lo hacia él. Trabajador, muy trabajador y nunca con regaño alguno.

Tenía una mirada profunda, pero amiga. Oscura como sus ojos, pero a la vez limpia y transparente. No engañaba.

De ideas fijas en ocasiones lo acercaban a ser algo «cabezón», pero de recorrido corto. Pronto le volvía la cercanía e incluso su sonrisa socarrona, abierta y sincera.

Hombre fuerte y bondadoso en el esfuerzo.

Sentía y quería a su falla, La Falla de Santa Anna. Junto con mi otro amigo, Pepe, creo no ofender a nadie si digo que, vivían por y para «su Falla».

Eran falleros iconos, uno en cuanto a lo cultural, el otro haciéndose cargo del cuidado de la tropa fallera en general. Nadie ha sido mejor «casarelo» que Vicente. Nos cuidada y casi mimaba diría yo. ¿Quién de los que hemos sido falleros no recuerda con cariño a la saga familiar «Ramuncho»?. Vicente en la intendencia y su madre, la recordada «tía Ramuncha» en la cocina. ¡Qué pareja, madre e hijo!. Escandalosos sí, pero tan cargados de bondad y cariño como las raciones «D.O. Ramuncha» abundantes y generosas.

Vicente era buen comedor, a poquitas cosas les hacía asco. Tenía buena gana. Compartir con él una mesa, era asegurarte un rato agradable de camaradería, alegría y amistad.

Serio y responsable cuando la ocasión así lo requería. Supo asumir la Presidencia de su Falla en momento quizás delicados y dio un paso al frente. Como hombre de apariencia de planta dura, nunca distante, también sabia de discreción y dar paso al lado sin llamar la atención.

Ha sabido dejar su cariño y amor por su falla a su gente: Chelo, Abdón y Ricardo, actual Presidente, a su nieto…

Vigilará su falla. Estoy seguro que desde donde esté, vigilara su falla. Vivirá su falla y si es precioso regañara por algo que considere que no esté bien. Nunca enmudeció a la hora de decir su verdad, su opinión. Siempre hablaba de frente.

Vicente, estoy plenamente convencido que siempre, siempre vas a ser recordado en tu Falla simplemente porque «tú eres parte de la Falla». Y digo bien: Eres y serás.

Sabes Vicente, no sé porque creo que, cuando acuda al campo de fútbol a ver a tu querido Saguntino, seguiré oyendo tus gritos fuertes de apoyo, de ánimo y también de crítica, eran y a mí aún ahora, me serán inconfundibles y de compañía.

No quiero, ni lo haré, como tampoco lo hice con Pepe, decirte adiós. Sera un hasta luego. A vosotros prefiero llevaros conmigo.

Has luchado como un jabato y has llegado al final de tu carrera teniendo la mejor calificación: Buen marido, buen padre, abuelo consentidor, y buen amigo, muy buen amigo para mí y para todo un montón de gente fallera o no fallera.

Vicente, no has pasado solo por la vida, has tratado de vivirla y has logrado dejar lo mejor de ti: tu amistad, entrega y tu alegría.

Gracias por estar ahí Vicente en tu vida. Y gracias ahora, estés donde estés, seguramente con gente conocida, por haber sido como fuiste.

Amigo hasta cuando nos veamos. No me importa decirlo, ni avergüenza decirte te quiero, Vicente. Os he querido y os quiero porque fuisteis mis primeros amigos saguntinos, Pepe y tú. Un abrazo de Manolín, como tú me llamabas..