Unos meses después de cerrar dos de las tres oficinas que Caixabank tenía abiertas en el Puerto de Sagunto, en breve abrirá una nueva, de las que denomina Store, en la avenida 9 de Octubre. Con la fusión de Caixabank con Bankia, la entidad tiene previsto cerrar el 27% del total de oficinas que tiene desplegadas en toda España (1.534) y ha puesto fin a las «oficinas ágiles» de Bankia, que aun permitían realizar algunas de las gestiones tradicionales (sacar dinero, transferencias, pagos, etc), buscando que el tiempo de espera fuera mínimo (aun así, las colas eran habituales). Por contra, Caixabank está incrementando las oficinas Store, pero solo para gestiones de mayor calado, como la búsqueda de inversores (El Economista, 21/07/2021). Las gestiones tradicionales ya únicamente se podrán realizar desde la aplicación móvil, la página de internet o los cajeros automáticos.

La crisis sanitaria, con los confinamientos y el peligro de contagios, ha alterado sustancialmente los parámetros de gestión bancaria que conocíamos.

La banca ha aprovechado la crisis del Covid-19 para, con la excusa de la necesaria y obligada  reestructuración que exige la UE —así nos lo venden—, acelerar los procesos de fusión y digitalización. Tienen la desfachatez de hacernos creer que eso va a mejorar la atención al cliente, cuando el efecto es justo el contrario. El distanciamiento entre los gestores bancarios —como se les llama ahora— y sus clientes es cada vez más grande, y amenaza con devenir en un cisma irreversible. La desconfianza hacia la banca y sus directivos es a cada día que pasa más grande.

Y, mientras tanto, ¿qué hace el Banco de España, una de las instituciones más respetadas e intocables del Estado, en el ejercicio de sus competencias ejecutivas en materia de supervisión e inspección de entidades y en la promoción del buen funcionamiento y estabilidad del sistema financiero español? ¿Quién mete mano a la banca? Pues nadie. El Banco de España mira para otro lado. Así, en su último informe anual, referido al 2020, al analizar los efectos de la pandemia del Covid-19 sobre el sector bancario, el Banco de España se manifiesta muy preocupado por la mejora en la eficiencia, en especial a través de la digitalización, y los desafíos que tiene la banca para recuperar la rentabilidad perdida por culpa de la pandemia (la ciberseguridad y la creciente competencia de las compañías tecnológicas), pero nada se dice de los efectos perversos que sobre la población en general y los analfabetos digitales en particular está teniendo la digitalización del sector bancario: la denominada «brecha digital».

Según un reciente estudio de la Fundación Cotec, en colaboración con el Ivie, entre las personas de 55 a 74 años, el nivel de habilidades digitales básicas se reduce al 33,3%, frente al 84,1% entre los jóvenes de 16 a 34 años (Joaquín Maudos en Habilidades digitales, ¡esa es la cuestión!, publicado en El Español el 07/07/2021). Sin olvidar a los mayores de 74 años, cuyas competencias digitales podríamos calificar de nulas o casi nulas. 

La banca, con la ayuda del Banco de España, puede que tenga futuro —y sino, llegarán los rescates— pero nosotros, los mayores, ya nos podemos espabilar, si no queremos perder el tren de alta velocidad de la digitalización y que sean nuestros hijos o nietos quienes vengan a rescatarnos.