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Faura y Benifairó, 116 años separados

La denominada «Villa de la Unión» estuvo en vigor poco más de dos décadas

El alcalde de Faura y el de Benifairó, en dos viviendas que comparten calle, pero no municipio. | BELINDA ALFONSO

Las localidades de Faura y Benifairó de les Valls viven sus destinos unidas físicamente en la comarca del Camp de Morvedre, pero independientes en la gestión municipal desde hace ahora 116 años, pues fue en 1906 cuando se suprimió la fusión de ambas poblaciones aprobada en 1885, dando lugar a lo que entonces se bautizó como «la Villa de la Unión».

Aquella experiencia de 21 años unidas no logró rubricar una dinámica municipal verdadera y, de hecho, cuando en 1974 se intentó reavivar aquella integración, no llegó a cuajar. Aún así, a mediados de los 70, el mismo presidente de la Diputación de València, José Antonio Perelló, se implicó entonces para llegar a un acuerdo.

Como figura en un documento guardado en el consistorio de Faura, en 1974, el presidente de la Diputación de Valencia visitó la zona con el objeto de valorar una posible fusión entre los municipios. En el acta del encuentro se constata la presencia de los alcaldes Jesús Forner y Juan Condomina que presentaron ante Perelló sus respectivas miradas ante elementos comunes como el monte de la Rodana u otros espacios compartidos por ambas localidades. Aún así, más de 60 años de suprimirse la fusión, los dos alcaldes descartaron recuperar aquel viejo proyecto.

En noviembre de 1885, la Real Orden del 7 de septiembre había autorizado la nueva denominación para la fusión «considerando que el nombre de los dos pueblos es demasiado largo, y que el de la Villa de la Unión indica bien los lazos que unen a todos los vecinos que antes pertenecían a diversas localidades», según consta en el documento original. El acuerdo focalizaba la calle Major de Faura como la arteria esencial de La Unión. «Los edificios destinados al servicio público como son escuelas de primera enseñanza, cárceles, Casas Consistoriales, Juzgado Municipal, matadero y expendedores de carne, se construirán en el trayecto que media desde el huerto de Josefa Pérez y Huguet hasta la acequia de Benifairó en el Camino Hondo que une a Faura con el Arrabal», decía.

Los acuerdos notariales previos a la consolidación de esta fusión entre Faura y Benifairó preveían todo tipo de detalles: la forma de gestión del nuevo municipio, las acciones esenciales para la conformación de nuevos espacios de interacción social así como la forma de sufragar las intervenciones.

La unión entre ambos municipios preveía el desarrollo de una única gestión de todos los bienes y servicios de ambas localidades excepto del agua de la Font de Quart En este caso, tal y como precisa el documento de conformación, las tandas y el derecho de representación se mantendría como preveía el reglamento de la Junta d’Aigües para cada uno de ellos.

Proyecto del pasado

Sin embargo, la fusión ni cuajó en 21 años, ni en 1974 se volvió a intentar y ahora, sus dos alcaldes tienen claro que todo aquello forma parte del pasado, con las dos localidades integradas en la Mancomunitat de les Valls, junto a las otras tres poblaciones de La Vall de Segó, Benavites, Quartell y Quart de les Valls.

«La Vila de la Unión es un ejemplo de la complejidad inherente a cualquier fusión entre pueblos. Los municipios en España son unidades de convivencia con rasgos propios y resulta muy complejo impulsar este tipo de uniones; sin embargo no podemos dejar de observar cómo la propia Faura surgió de la unión poblados o alquerías como Rubau, l’Alquería Blanca, Quémalo. El topónimo ‘Llogarets’ alude en les Valls a anteriores localidades conformadas entorno a una alquería que posteriormente conformarían los cinco municipios actuales», explicaba el alcalde de Faura y a su vez presidente de la Diputación de València, Toni Gaspar.

El presidente de la Mancomunitat de les Valls y actual alcalde de Benifairó, Toni Sanfrancisco, alude a la Vila como un ejemplo de la dificultad que supone la administración del bien común. «Cada vez más resulta complejo gestionar lo común. Si bien todos apostamos por centralizar servicios y ampliar con ello la calidad y las prestaciones que se dan; no es menos cierto que nos encontramos con verdaderas reticencias y complicaciones para ir más allá de cuanto ya se realiza» , añadía Toni Sanfrancisco.

En realidad, durante los años que duró la Unión, los servicios públicos jamás fueron centralizados, sin embargo en las partidas de nacimiento y defunción emitidas en estos años, consta el topónimo Villa de la Unión. No obstante, tal y como constata su funcionamiento se siguió con la existencia de dos Juzgados, dos Parroquias, y Escuelas para cada uno.

Los vecinos de ambos núcleos constataron la complejidad del proyecto esencialmente por la diversidad de aspiraciones, costumbres y forma de ser. «Si la razón aconseja que se faciliten cuantos medios conduzcan a la formación de grandes municipalidades, la experiencia, con la lógica de los hechos, nos pone de manifiesto los gravísimos inconvenientes que resultan de unir pueblos distintos en intereses, aspiraciones, costumbres y peculiar modo de ser, hasta el punto de peligrar el público sosiego y el orden social», según recoge el documento final de resolución.

Ahora, la singularidad y fuerza de los pueblos apuesta por mantenerse firme; sin embargo la necesidad de cooperar, compartir y gestionar lo común es cada vez mayor en el ámbito mancomunnado. El equilibrio será una vez más la clave entre lo local y lo supramunicipal; el gobierno de la posibilidad y la necesidad será el puntal de esta nueva realidad.

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