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La apicultura agoniza en Morvedre

La actividad ha caído drásticamente en la última década con apenas una decena de profesionales en activo

Un apicultor trabajando las colmenas Apiads

La apicultura agoniza en Morvedre. Esta frase resume el duro momento por el que atraviesa el sector en esta comarca. Una actividad que en menos de diez años ha pasado de más de 15.000 colmenas a no superar la cifra de 5.000. Situación que también se debe al abandono de muchos apicultores, aficionados o profesionales, de los que apenas quedan algo más de un decena, eso sí, «muy luchadores, quienes trasladan sus colmenas de un sitio a otro , de forma incansable, en busca de floración», lo que se conoce como la transhumancia de abejas, explicaba Enric Simó, veterinario responsable de la asociación Apiads (Agrupacion de defensa sanitaria apícola).

Dada la coyuntura actual, desde la entidad se sostiene que la actividad apícola en esta zona de la provincia es casi testimonial, «casi un milagro que se mantenga», añadía Simó.

Este profesional describía con añoranza los momentos de esplendor de la agricultura en esta comarca. «Morvedre era imporantes en cuanto a la apicultura, dada la gran cantidad de cultivo de cítricos y de níspero que había. Esto llevaba a que se produjera miel de gran calidad, producción que tambien ha disminuido consierablemente».

Pese a que la cosa pinta mal, dado «el ritmo de degradación tan salvaje que venimos padeciendo», no todo está perdido y desde la asociación aseguran que la solución pasa por un «cambio de sistema productivo, no tan dependiente del agua y las temperaturas». «Hay que buscar alternativas y en esa búsqueda contar con las abejas. Creo que no hay que recordar que los polinizadores son fundamentales para el planeta y nuestra supervivencia».

Simó recordaba que nuestra agricultura no es sostenible y que el gasto del agua es desorbitado e inasumible. Por eso, considera que hay que dar menos importancia al monocultivo y apostar por un mosaico que combine plantas aromátivas, frutales, hortalizas... con menos necesidad de recursos hídricos.

A todo esto hay que añadir el cambio climátco, que ha herido de muerte a la apicultura, con la sequía y las altas temperaturas, así como las lluvias torrenciales que complican mucho la floración.

A este respecto, recordaba que este ha sido el peor año de las últimas décadas para el sector. «Hemos tenido una primavera muy lluviosa, pero muy fría, que ha impedido salir a las abejas y luego vino la ola de calor. Ambas cosas y más conjugadas, han dado al traste con la temporada, no solo aquí, sino en toda Europa».

A esto se añade el poco respaldo que ha tenido la apicultura de las administraciones públicas. «No hay voluntad por parte de estas de que la actividad se mantenga, por lo que políticas de apoyo, cero», comentaban desde la entidad.

Por eso, los apicultores proponen que las administraciones pongan en marcha un plan de viabilidad que pueda salvar el sector.

Toda esta situación ha llevado a los apicultores a iniciar un campaña en www.change.org para solicitar que la apicultura sea declarada patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO.

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