Taller de cocina para combatir la soledad

Dos de los asistentes a esta actividad se plantean impulsar proyectos propios, como un local de comida para llevar

Claudio Moreno

Un grupo de mujeres rodea una mesa grande y detrás crepita una sartén puesta al fuego. El periodista y el fotógrafo ocupan el hueco libre de la mesa. Hacen de jurado, como en un programa de televisión. Hoy toca falafel con pan de pita, salsa de yogurt, salsa de tomate y picante. Los jueces prueban un bocado y valoran el plato: buenísimo. Ovación de las cocineras. «¡Ya podemos comer!», celebran.

Estamos en el taller ‘Sabores’, un proyecto de inclusión social diseñado por la entidad Mil.una en coordinación con el Ayuntamiento de Sagunt y financiación del Fondo Social Europeo. El taller dura seis meses y tiene un cupo de 15 personas, todas empadronadas en la capital del Camp de Morvedre. Su hilo conductor es la cocina, pero ‘Sabores’ propone una formación más amplia.

«Hacemos cocina como podríamos estar haciendo jardinería o punto de cruz», resume María José Fernández, de Mil.una. «La idea es que tengan un grupo de referencia, que se identifiquen con algo a la vez que trabajan habilidades prelaborales como el compromiso, el compañerismo o la creatividad. Y también la salud, porque es igualmente importante salir de la soledad», señala Fernández.

El taller se imparte tres días a la semana. Los lunes dan teoría. Comentan vídeos, leen artículos de periódico, hablan de sus emociones. «El otro día subimos al Calvario y hablamos de la ira. Pusimos el ejemplo de una persona que no estaba teniendo buenas actitudes, de ese modo se ven reflejadas y aprenden a controlarse», detalla Yolanda Vivó, de Mil.una. Los martes hacen las comidas –potaje con bacalao, cuscús, falafel– y el viernes cocinan meriendas y postres. Además, planifican el menú de la semana en base al criterio de Marina Andrés, otra integrante de la entidad, y el suyo propio, pues también reciben asesoramiento nutricional. «Para todas las tareas nos organizamos por grupos de afinidad», explica Alfonso Arona, único integrante masculino del ‘Equipo Sabores’, como ellos mismos se han autodenominado.

Alfonso cuenta que se apuntó al taller por su experiencia previa en el mundo de la gastronomía. «Yo llevé la tortilla de patatas a las playas de Brasil», asegura, y acto seguido desgrana una idea que le ronda la cabeza: «Después del taller, me gustaría montar algo. He tenido un bar y sé llevar un negocio. Aquí hemos formado un buen grupo y creo que podríamos cocinar para gente que no tiene de comer. Conseguir fondos públicos, del ayuntamiento quizás, comprar directamente a los agricultores de la zona y aprovechar la preparación que hemos recibido», razona.

Su compañera Athenea Domador respalda la idea y sugiere una aplicación concreta. «Podríamos montar un comedor social en el Puerto de Sagunto», dice inspirada por su propia historia: «Yo soy venezolana y vine al Puerto hace tres años. Al principio necesitaba usar el comedor social, pero no pude porque no tenía ni para el billete del bus. El comedor estaba en el centro urbano de Sagunt», recuerda Athenea, que llegó al Camp de Morvedre siguiendo los pasos de su marido. «Mi esposo ya estaba acá. Vinimos los dos por asilo, pero nos lo denegaron. Ahora él ha logrado la residencia por estudios y yo la tengo solicitada», explica.

Lo cierto es que el comedor social de Sagunt cerró sus puertas a finales de 2021. Este cierre fue decidido por la Conselleria como responsable de la instalación, dado que la Ley de Servicios Sociales Inclusivos aboga por otro tipo de atención para los usuarios de estos servicios, como el reparto de comida ya hecha a domicilio. Un reparto que también surgió en la lluvia de ideas sobre posibles negocios realizada en compañía del personal de Servicios Sociales de Sagunt.

Sea como sea, las impulsoras de ‘Sabores’ pueden estar contentas. El taller nació con ánimo movilizador y a mitad de curso, pues termina en abril, ya se están barajando salidas profesionales. Mucho más de lo que cabría esperar: «El objetivo es que sean más fuertes para la vida y puedan hacer frente a las cosas que les pasen. Y en el ámbito de la cocina nos gustaría que tengan una vida más saludable y coman mejor. Es decir, algo aplicable a todo el mundo», concluye Fernández.