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TRIBUNA

Ni en un millón de vidas podríamos olvidar la dana

Una vecina de Paiporta narra su experiencia y agradece la ayuda recibida de policías locales de Sagunt, entre otras personas

Paiporta unos días después del paso de la dana.

Paiporta unos días después del paso de la dana. / JM LOPEZ

Sheila Roldán

Paiporta

Soy vecina de Paiporta y quiero contar mi experiencia de la dana del 29 de octubre de 2024, aquella riada que engulló nuestra tierra y de la que ahora se cumple el primer aniversario. Para muchas personas, esto será algo que, en poco tiempo, quedará para los libros de historia, pero, para todos los que la sufrimos en primera persona, ha sido mucho más, algo que incluso se hace muy difícil de explicar con palabras. De lo que sí estoy segura, es que ni en un millón de vidas lo podríamos olvidar.

Mi propósito principal es homenajear a todas esas personas que ya no están (D.E.P.), a sus seres queridos, a quienes se les ha "robado" la oportunidad de seguir disfrutando de ellos y a todas las personas voluntarias que vinieron desde todos los puntos de España, incluso de fuera, para ayudarnos, cuando los organismos, instituciones, etc., no actuaron como tocaba, no vinieron y solo se dedicaron (y así siguen) a echarse las culpas unos a otros y politizar a costa de vidas humanas.

Sepan ustedes mi situación familiar. Mi marido está amputado en sus cuatro extremidades y tengo dos hijos menores. Estas circunstancias ya me hacen temer un "simple" día de lluvia, así que, ese día, ante la previsión de "posibles lluvias fuertes" (que fue el único aviso que tuvimos, nada más), tomé varias decisiones que posteriormente supe que habían hecho que mi familia y yo estuviéramos a salvo cuando se desbordó el barranco del Poyo. Literalmente, "gracias a mis miedos", estuvimos en casa, en altura, y eso nos salvó.

Nadie nos avisó

Recordar todo esto, sabiendo que la hora en que ocurrió todo, nos tenía que haber "pillado" en la calle y saber que, muy probablemente, no lo habríamos podido contar, es angustioso. Y saber que muchas personas en sus propios hogares o negocios no estuvieron a salvo, que nadie les pudo ayudar... Son personas, vidas, que no estuvieron a salvo porque nadie, nadie nos avisó de lo que se nos venía encima.

Vivimos pegados al barranco (que cruza todo el pueblo y lo divide en dos). Pese a estar a salvo, no puedo describir con palabras las sensaciones que vivimos. Ver la fuerza del agua y pensar que el edificio igual no podría aguantar. Veíamos coches arrastrados y engullidos como si fueran barquitos de papel. En cuestión de 10 minutos, pasamos de tener un día normal en nuestras vidas a estar en una mezcla de total oscuridad, un silencio extraño, la vida de todo un pueblo, de varios pueblos, en que su cotidianidad desapareció y ya solo oíamos el viento, la fuerza del agua, un sonido que nunca antes habíamos oído, gritos y alarmas de cientos de coches.

"Los de arriba" no mandaron a nadie

Es muy duro ser consciente de que estás a salvo, pero en ese mismo momento gente de tu pueblo, personas que conoces, vecinos, amigos, compañeros y compañeras del colegio de tus hijos pueden estar luchando por su vida, muriendo ahogados sin poder ayudarles de ninguna manera. Si esas horas fueron horribles, los siguientes días nos dejaron atónitos. No podíamos creer, como digo yo "que los de arriba" no mandaran a nadie a ayudarnos, cuando estábamos sin luz, sin apenas comida ni agua.

En unas horas pasé de tener una vida normal a estar en una zona totalmente devastada y no saber de qué manera salir de ese fango, de ese aislamiento para conseguir comida y agua para mis hijos y mi marido. Los primeros cuatro días me valieron para constatar y asumir una triste realidad y es que estábamos totalmente abandonados a nuestra suerte y, si precisábamos ayuda médica, no llegaría. Pensar en personas que podían seguir atrapadas y nadie venía al rescate. Cuando empezaron a llegar, para muchos ya fue tarde.

Gran lección

Desde luego que con todo lo sucedido tuvimos una gran lección y es que ante la desesperación y la desgracia, el ser humano también puede ser bueno y, por suerte, grandísima suerte, el socorro de todo un pueblo, de varios pueblos, sí llegó. ¿Saben de quién si llegó? Principalmente de nuestras familias y amigos, pero también de otras maravillosas personas que, sin conocernos de nada, decidieron que vendrían y ayudarían como fuera, aunque esto les implicase perder sus ahorros, arriesgarse a perder sus coches, tractores, etc., arriesgar su salud física y mental...

En nuestro caso personal, nos ayudaron unos amigos militares de un familiar, que en su tiempo libre se desplazaron a traernos agua, comida o productos de higiene, y también unos agentes de la Policía Local de Sagunto (I.A.F., M.G.P., J.J.C.R., V.V.R. y X.P.M., pongo sus iniciales para salvaguardar su identidad). Sin conocernos de nada, decidieron que no podían quedarse de brazos cruzados, sabiendo que había muchas demandas de muchos municipios afectados, decidieron que tenían que ayudarnos mas allá de la labor policial.

Al pie del cañón

También quiero mencionar a esos "grandes bomberos" que acudieron desde otros puntos de España, cómo no, en su tiempo libre, y estuvieron ahí ayudando en todo y más, estando como se suele decir al pie del cañón. Me entristece profundamente que todas estas personas tuvieran que venir en su tiempo libre, es algo que escapa al entendimiento, con la cantidad de medios que se dispone tanto en la comunidad como en todo el territorio español.

Espero que esto sirva de aprendizaje y lección de vida para muchas otras personas que, por sus decisiones o falta de ellas, nos dejaron totalmente abandonados a nuestra suerte. Todos los voluntarios, los que de verdad ayudaron, para nosotros fueron nuestros ángeles, los que nos hicieron ver que para ellos sí que existíamos y fueron los que tomaron medidas para que pudiéramos conseguir lo básico para un ser humano, como comida, agua..., e incluso más, nos brindaban un abrazo, consuelo..., eso nunca se nos podrá olvidar.

Siguen sin ver lo esencial

Después, con todo esto, llegaron (y aún continúan) los "debates políticos", ya que, para muchos, esto solo va de política, cuando siguen sin ver lo esencial y es que la unión hace la fuerza y que cuando se trata de socorrer lo primero no deberían ser los ideales políticos. Se cumple el primer aniversario y aún queda mucho por hacer. Vuelven las lluvias y el barranco sigue destrozado, sin ninguna medida preventiva que nos dé una tranquilidad.

Me gustaría que ante la posibilidad de que personas, con cualquier cargo político, lean mi historia, les sirva para invitarles a que se hagan una reflexión profunda sobre en qué se ha fallado, porque no es lógico que la gran ayuda recibida haya sido por personas y empresarios voluntarios. Si continuamos así, el ser humano está destinado al mas absoluto fracaso. Espero y deseo (dicen que la esperanza es lo último que se pierde), que llegue el día en el que de verdad los cargos políticos se preocupen por el bien del pueblo y haya un interés real en ayudar a las personas.

Perder una vida

Aún sigue habiendo muchas personas que precisan ayuda, puesto que lo han perdido todo. Sus hogares, sus negocios... Por favor, no se olviden de ellas. Mi familia y yo nunca, jamás, olvidaremos toda la ayuda recibida cuando la necesitamos y me apena saber que aún hay personas que siguen luchando por recuperar su normalidad. Hay quien lo ha perdido todo. No hay nada peor que perder una vida.

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