A pesar de interpretar este refrán popular para referirnos a algo bueno y su parte negativa en situaciones de la vida, en realidad lo que nos quiere decir es que ambas son igual de importantes y necesarias para crear una masa compacta.La diversidad de las cosas debe dar un resultado de equilibrio y utilidad que haga más justo el mercado o la propia sociedad. En el mundo de la automoción lo estamos comprobando a diario; mientras las grandes economías se derrumban por doquier, las ventas se disparan por el temor a no poder cambiar de vehículo y su encarecimiento, todo ello en un clima de financiación adverso. Los fabricantes y concesionarios toman medidas para cuando venga el retroceso y haya que pasar el desierto, igual que lo hicieron en otras crisis, aunque fueran menos virulentas. La angustia y el pesimismo que está viviendo la macroeconomía no se refleja en la misma medida en las ventas de coches, ya que existe otro mundo donde las gentes se levantan, no piensan en los desastres a los que nos han llevado nuestros dirigentes, trabajan muy duro para generar riqueza en su empresa y poder pagar a todo el mundo, y se acuestan soñando que los problemas se irán así solucionando. Esa misma cal y arena que mantiene los cimientos y el equilibrio de la sociedad que trabaja, deben de ser los ingredientes necesarios para los gobernantes y su equidad sino, mal vamos. ¿En qué cabeza cabe multas por infracciones o descuidos de circulación a 500 euros en estos momentos? ¿No saben lo que ganan la inmensa mayoría o los que están en el paro? ¿ Por qué siguen abusando de coches, aviones, guardaespaldas... o cualquier tipo de beneficios extraordinarios birlados por las buenas? Si todo esto es de difícil respuesta por parte de ellos ante esa sociedad que se revela al caos, ¿como van a explicar sus incumplimientos de normas o leyes a las que nos sometemos el resto? En este caso deberíamos de ir a «dos de cal y una de arena».