ARGENTINA 2 - AUSTRALIA 1
Argentina declara el estado de felicidad
La Albiceleste confirma frente a Australia, en el partido 1.000 de Messi, su constante crecimiento durante el Mundial, tras su oscuro amanecer contra Arabia Saudí | En cuartos se medirá a Países Bajos
Leo Messi iza la bandera de la felicidad de Argentina como lo lleva haciendo ya mil partidos, con un disparo suavecito con el interior de su bota izquierda cuyo destino inexorable en la esquina inferior de la portería del adversario. Y con ese disparo arqueado, en perfecta parábola, el estadio Ahmad bin Ali muta en La Bombonera, en El Monumental, como todos aquellos campos qataríes por los que pasa, y después conquista, la marea albiceleste por este Mundial que, de momento solo en lo pasional, ya es más suyo que de nadie.
La víctima es este sábado una Australia que suficiente ha tenido con llegar hasta aquí y con pelear su supervivencia hasta, literalmente, el instante último de la ejecución. Antes lo fueron México y Polonia después de ese gancho en la mandíbula propinado por Arabia Saudí en el amanecer del torneo. "Nos vino bien", insisten desde el vestuario argentino y los hechos les otorgan la razón, sumergida la bicampeona en una dinámica positiva de continuo crecimiento, pese a gozar para octavos de apenas dos días de descanso (lo notaron), que tendrá que poner a prueba ahora ante Países Bajos en cuartos de final.
Mil veces Messi, ha tenido que aguardar hasta su quinto Mundial para marcar al fin en un partido sin red, una anormal laguna que tacha de su currículum rumbo al gran anhelo de igualarse con Maradona con una Copa del Mundo entre sus manos. Tres victorias le restan en el horizonte para alcanzar su última meta, con la ventaja de que ahora lo hace más arropado que nunca. En el campo y en las gradas.
Sin Di María
Todo sucedió después de un arranque tibio, en el que Argentina echó de menos la chispa vertical del tocado Di María para añadir agudos a una armonía de pases que pronto se desafinó hacia la monotonía. Papu Gómez, relevo del 'Fideo', no le tomaba el pulso al partido, De Paul volvía a empeorar casi todo lo que tocaba y Julián Álvarez no terminaba de encontrar acomodo en el flanco derecho.
Australia, ninguna sorpresa al respecto, se parapetó en una estructura defensiva rígida, confiando en que el paso de los minutos fuera incrementando sus opciones de dar el gran aldabonazo. En esas estaba el duelo, aburrido y tontorrón, cuando Messi se avino a romperlo. A partir de una falta lateral, dibujó una pared con Mac Allister y tras un leve toque de Otamendi recogió la pelota de nuevo el '10' para hacer lo que ya ha hecho 787 veces en su carrera.
El gol, pasada la media hora, oxigenó a Argentina, más suelta a partir de entonces. Sin permitirse demasiadas alegrías ni frivolidades, pero sí gobernando el balón con mayor ligereza. Así ha sido tras cada gol que ha ido anotando en los tres últimos encuentros, siempre un estímulo positivo y nunca un elemento de relajación, confiados los jugadores de Scaloni en que el viento sopla en su favor.
Regalo de Ryan
El avance de los minutos le reforzó en esa convicción. Al borde de la hora de juego, Ryan, el portero 'aussie', recibió fuego amigo al pie y no supo qué hacer con la pelota. De Paul (sobresaliente siempre en el esfuerzo) y Julián Álvarez olieron la sangre, acudieron a incordiarle y al final el delantero del City atinó a robarle el esférico para marcar en una portería abandonada a su suerte.
Para entonces, Scaloni ya había replegado velas, retirando del campo a un desacertado Papu para dar entrada a Lisandro Martínez, componiendo así una defensa con cinco efectivos. Y no se puede decir precisamente que la alteración le sentara bien a Argentina, demasiado aplastada en su mitad de campo cuando Australia agarraba el dominio de la pelota.
Un gol de chiripa
En esas llegó un accidente muy peligroso para la Albiceleste. Un disparo duro y lejano de Goodwin, que parecía tomar dirección a algún lugar indeterminado entre la grada baja y el videomarcador del estadio, golpeó en la espalda de Enzo Fernández. ¿Qué probabilidades había de que la carambola acabar dentro de la portería de Emiliano Martínez? La matemática diría que escasas, el fútbol dijo que un cien por cien.
Poco después, Behich estuvo cerca de reventar todas las crónicas con una jugada 'messiánica' que Lisandro salvo. El propio Messi, como invocado por su inesperado imitador oceánico, retomó entonces las riendas de la calurosa noche de Doha. "Balones a mí", pareció gritar el '10'. Le regaló un gol casi cantado a Lautaro (lo falló) y después lo probó él mismo, con menos tino del acostumbrado. Dio igual. Ya poco más, apenas un susto de Kuol, iba a ocurrir en el partido y Argentina, declarado el estado de felicidad, ya piensa en su duelo de cuartos de final frente a Países Bajos.
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