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"Salimos dañados como sociedad"

La pandemia deja una sanidad pública prestigiada y una sociedad dañada por las secuelas económicas. Deja también un futuro de incertidumbre, porque no hay seguridad sobre el tratamiento adecuado. Por ello, es mejor recordar y protegerse que olvidar, el gran peligro. Es el mensaje que trasladan tres responsables de áreas covid reunidos por Levante-EMV.

Miguel Ángel Roig, Josep Redón y Juan José Soler (de izquierda a derecha), durante el encuentro en la sede del Incliva. F. calabuig

Josep Redón es un veterano en el Hospital Clínico de València. Roza los 70 años. Solo dos elementos han podido con su barba en este tiempo: el servicio militar y ahora el coronavirus. La anécdota da una idea de lo que estos dos meses y medio han sido. «Lo más duro es cuando ves que un paciente aparentemente controlado se te va. Y eso ha sucedido muchos días», afirma.

Juan José Soler supo que estaba en un escenario de incertidumbre y temor el día que bajaron a la UCI de su hospital (el Arnau de Vilanova) a dos personas de 42 y 43 años sin factores de riesgo. Recuerda aún las sensaciones de esa noche al volver a casa.

Miguel Ángel Roig resume lo que ha sido esta pandemia en los hospitales: no hay estructura organizativa más compleja, gente que nace, otra que muere, residuos biológicos, radioactivos, órganos que sacas... Y aparece como una ola una enfermedad que va monopolizando todas las salas, desplaza al resto de enfermos y amenaza no solo a estos sino también a los cuidadores.

Este encuentro no hubiera sido posible hace mes y medio. Su realización es ya un indicio de que todo ha mejorado. Redón, Roig y Soler son responsables de áreas covid del Clínico, La Fe y Arnau de Vilanova, respectivamente. «No hay señal», reza el plasma de la sala de reuniones del Incliva donde dialogan con Levante-EMV. No hay señal tampoco de qué va a pasar con este virus. Los tres doctores ofrecen un mensaje de prudencia, humildad y realismo.

No se vio venir.

«A mí se me quedó grabado un día en que se acerca un compañero y dice que un amigo cardiólogo que está en Milán cuenta que está todo el hospital dedicado. No me lo acababa de creer. Y llegó a ser así», comenta Roig, jefe de sección de Medicina Interna del Hospital La Fe.

«El cardiólogo es mi sobrino -interviene Soler, jefe de Neumología del Arnau- y estaba con una beca en Milán. Nos contaba que los hospitales los habían transformado, que tenían unidades de campaña fuera y no había comida en los supermercados. 'Jorge, estás exagerando', le decía. Pero a la semana siguiente de jugar el Valencia en Italia empiezan a aparecer casos y todo cambia».

«Sí. Y la gente ha dado el callo: enfermería, auxiliares... En el momento que se organizó, la cosa ha funcionado, aunque tampoco hemos tenido por suerte el agobio de Madrid y Barcelona», añade Redón.

Humildad.

El escenario ha cambiado. La entrada de pacientes covid va a la baja. Lejos de los tiempos del pico. Pero nada asegura qué va a pasar. ¿Habrá próxima? «Nadie lo puede saber hoy. Con el grado de inmunidad y el virus circulando, la posibilidad está. Eso es lo que sabemos», señala Soler. «Lo malo es que si viene otra vez seguimos teniendo muchas incertidumbres sobre el tratamiento más adecuado», apunta Redón. Incluso expresan dudas sobre por qué la evolución de los enfermos ha ido mejor en la etapa más reciente. «La ciencia no nos ha dado una pauta aún de tratamiento. La impresión es de mucha mortalidad y mucha UCI el primer mes. Pero llega un momento en que la inercia cambia. Uno piensa que hemos dado con alguna clave, pero los ensayos nos dicen que no parece que sea así. Quizá los primeros vinieron con otros cuadros y cargas virales y los segundos, con otros escenarios», reflexiona Juan José Soler.

Prudencia.

Con ese horizonte, el mensaje a la ciudadanía solo puede ser de cautela. La enfermedad sigue ahí. «Imágenes como las de la Marina de València me tensan todos los músculos», abunda el neumólogo.

«El hedonismo hace esto», apostilla Redón. «La humanidad olvida rápido y ese es el principal peligro ahora. La gente quiere olvidar, pasar página», razona Roig. Mejor recordar que olvidar. «Así es, recordar y protegerse», incide el internista del Clínico. ¿Los cambios de hábitos han venido para quedarse, entonces? «No sé si para quedarse, pero debería», responde. «Me cuesta creer lo de las mascarillas, sí las normas de higiene social y cierto distanciamiento», agrega Soler.

El día después.

Salimos más fuertes, dice una campaña del Gobierno que ha causado revuelo. «Como sociedad no salimos más fuertes, salimos muy dañados. Y lo vamos a ver en los próximos meses y años», asevera Josep Redón. Se refiere al impacto del empobrecimiento de la sociedad en la sanidad, por lo que implica de peor alimentación, menores cuidados y mayor estrés.

«Creo que al menos el sistema sanitario sale fortalecido, porque la credibilidad en él ha aumentado -matiza Roig-y nadie criticará a un político por comprar 100.000 mascarillas por si pasa algo. Solo con eso hemos ganado algo. Pero como sociedad, sí, dañados».

Soler no lo tiene tan claro: «Me cuesta ver cosas positivas. Miguel Ángel creo que expresa más un deseo de todos». «La sociedad va a mirar cómo los políticos tratan el sistema sanitario», argumenta Roig. «¿Tú crees? Ojalá». Redón desliza una nota de escepticismo. Dejémoslo ahí.

Lecciones.

Varias. La primera, se le han visto las costuras al sistema de salud. Habla el jefe de Medicina Interna del Clínico: «Se nos ha llenado la boca de que es muy bueno, y lo es, pero se nos han visto las costuras. También nos ha dado un empujón para realizar cambios necesarios, como la telemedicina, que ha venido para quedarse».

«Estoy de acuerdo, pero la lección primera es que ha demostrado la vulnerabilidad del ser humano. Un virus nos ha amenazado como sociedad y ha tensionado el sistema de salud por ser cortoplacista», asegura Roig.

Soler interviene: «Un apunte: ¿Qué hubiera pasado sin la sanidad pública que tenemos? La pandemia deja un mensaje de que necesitamos una sanidad pública potente, que en los últimos años no ha tenido los recursos humanos, materiales ni estructurales necesarios. Había otras prioridades y eso nos hace vulnerables como sociedad».

¿Se han sentido desprotegidos? Coinciden en que ha habido momentos de tensión, «sin material suficiente y adecuado, pero ha sido transitorio», afirma Soler.

De héroes y balcones.

No se declaran capitanes de héroes en una batalla, porque la terminología bélica no les gusta, «y menos lo de héroes». «Es nuestra profesión, con valores implícitos, te toca y ya está», añade el neumólogo, que admite que «al menos fortalece que la calle reconozca la dignidad de tu profesión». «Los balcones han sido una manera de recordar al Gobierno que el problema está ahí», subraya Roig.

El sol del mediodía entra fuerte entre las cortinas. La conversación supera la hora. Las mascarillas descansan sobre una mesa refulgente. En el horizonte, a través de las ventanas, jacarandas repletas de flores violetas. La primavera. La esperanza, tras extrañas semanas sin descanso.

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