Es el último grito en financiación discográfica. En muy poco tiempo, el micromecenazgo (crowdfunding en el original inglés) se ha convertido en el recurso más utilizado para costear los gastos de producción de un álbum. En un momento en que a los sellos les cuesta apostar por nuevos talentos y en la mayoría de casos ni siquiera pagan la grabación de los grupos a los que editan, los músicos han decidido que ya no les vale invertir sus sueldos o ahorrar el dinero que ganan en los conciertos para gastarlo en su siguiente proyecto. Ahora, se trata de pedir aportaciones económicas a sus seguidores para cubrir los costes de un disco. A cambio, recompensas de diverso tipo y en función del dinero donado: aparición en los créditos del CD, acceso a copias firmadas, información sobre conciertos exclusivos, etc.

La fiebre se ha desatado, y no solo los músicos anónimos echan mano del crowdfunding. Jero Romero (The Sunday Drivers) financió así su debut en solitario. Y hasta existe un documental que aborda la cuestión, titulado Auto y dirigido el año pasado por Luis Alfaro. Se centra en el impacto del fenómeno en artistas de la órbita indie, pero no es el ámbito exclusivo del micromecenazgo: La triunfita Soraya Arnelas anunció el pasado noviembre que pretendía reunir 30.000 euros para lanzar su nuevo single y grabar el videoclip correspondiente. Y aquí es donde empiezan a surgir las dudas. Porque, por ejemplo, Jero Romero solo pidió 10.500 para sacar todo un álbum, y Canteca de Macao evaluó en 20.000 euros el presupuesto de su disco. Es decir, que si cuando se lanza el proyecto (por medio de plataformas como Kickstarter o Verkami, la más usada en España) no se desglosan con total claridad los costes de la operación, más de un bienintencionado fan puede pensar que le están tomando el pelo. Es más, ya hay quien lo ha hecho: El pasado octubre, Josh Dibb, miembro de Animal Collective, tuvo que pedir disculpas públicamente por no haber completado el disco para el que recaudó 26.000 dólares vía Kickstarter en 2009. Los mecenas se han quedado sin CD y han sabido ahora que todo el dinero acabó en una organización de ayuda a los tuaregs de Mali.

Sistema cuestionado

Quien sí logró grabar y publicar fue Rick Treffers, músico holandés afincado en Valencia y reconvertido en El Turista Optimista, que ya ha presentado el producto de su iniciativa: El disco Ser español. «Hay que ser creativos para sacar adelante los proyectos artísticos», argumenta. «Hice un vídeo para llamar la atención y he estado muy encima con la difusión. Siempre he sido un artista con actitud autogestionaria. Conseguí alrededor de 2.650 euros. El micromecenazgo es un sistema maravilloso, porque no solo te apoya económicamente, sino que también te permite estar en contacto directo con tus fans. Con el dinero, he pagado a la diseñadora gráfica, la masterización, la fabricación de los discos, los envíos y algo de merchandising».

En el lado opuesto se sitúa Maronda, que tras editar su primer Lp con Absolute Beginners ha decidido pagar de su bolsillo el segundo, La orfebrería según los místicos, que se edita el 19 de febrero. «Me llegué a plantear el crowdfunding como una especie de pre-order, pero enseguida lo deseché. No me gusta, y nunca me ha terminado de convencer el concepto de recoger pasta para la boda sin enseñar antes a los novios. Es, si se me permite, de mal tono. Como querer cobrar hoy las cervezas del bar que abrirá el verano que viene. Por otra parte, tengo la sensación de que devalúa a quien lo practica. Además, la gente suele patinar con los presupuestos: los 30.000 euros que pide Soraya me parecen aberrantes».

La periodista Carolina Velasco, desde su blog en letra minúscula, hablaba ya en julio de 2012 del micromecenazgo como la versión 2.0 del payo dame algo, y se hacía una pregunta interesante a propósito del sello Dischord, modelo histórico de autogestión discográfica: «¿Alguien se imagina a Ian MacKaye (Fugazi) grabando un vídeo en el que pida que le den un céntimo a cambio de recibir un disco firmado? ¿No, verdad?»

El mes pasado, era el economista Manuel Ángel Méndez quien desvelaba en El País que el 84% de los cincuenta proyectos más exitosos en Kickstarter a lo largo de 2012 no habían logrado cumplir su promesa más básica: la fecha de lanzamiento inicial. Dieciséis de ellos aún no han logrado finalizar el producto o servicio. «Tras la euforia del 2012 quizás venga la limpieza en el 2013», afirma. «Hay muchas webs de crowdfunding que funcionan y han dado lugar a sólidas iniciativas, aunque también a grandes decepciones».

Oh, Libia!, radicados entre Alicante y Valencia, han editado su segundo trabajo (titulado #2) recurriendo al micromecenazgo, pero ya se muestran críticos con él: «Cuando lo hicimos, hace más de un año, era otra cosa. Ahora parece que la gente recurre a eso hasta para hacer la compra semanal». En el otro extremo, Pajarita (alias artístico de Norah Alexandra Vega), que acaba de emprender la aventura del crowdfunding para lograr financiar Freedom for the animals, su primer disco. Espera conseguir los 6.000 euros que necesita. «La gente de mi entorno me sugirió que lo hiciese. Tengo amigos a los que les ha salido bien, y me convencí de que era una buena opción, porque personalmente me apetece ir en esta onda, es un camino creativo e independiente», comenta.

De momento, está en la primera fase del proyecto. «No resulta nada fácil conseguir los objetivos, solo hay que ver cómo está el país. Pero creo que vale la pena para recoger, al menos, el abrigo y la ilusión de la gente que cree en tu trabajo y aporta su grano de arena para conseguir una meta conjunta, porque el mecenas forma parte del disco». En su opinión, no es una nueva manera de pedir limosna. «Está de moda, y es lógico, pero no creo que sea como pasar la gorra. Se puede cuestionar si todas las campañas son limpias y deben hacerse, pero hay mucha gente trabajando y que ofrece recompensas. No tiras el dinero, lo inviertes en adquirir un disco antes de que se grabe, en suscribirte a un newsletter con información del artista al que apoyas, recibir merchandising y muchas otras contrapartidas innovadoras y divertidas. Solo el desconocimiento de este modo de financiación puede hace creer a alguien que los artistas mendigamos. Al contrario: Nos reiventamos». La decisión final, en todo caso, está en manos de la gente.