El cómic de género español: de la escuela Bruguera a Manuel Benet y Sergio Bleda.

Los géneros se han construido como una convención asociada a la pulsión humana de etiquetar y hacer listas. De alguna forma, el género es un adjetivo necesario que debería haberse diluido al llegar a tiempos donde la hibridación forma parte intrínseca de nuevas narrativas donde la intermedialidad y lo transmedia son la norma. Sin embargo, los géneros clásicos siguen existiendo como una arquitectura narrativa a la que se aferra la creación con inusitada afición. El humor, la aventura, la ciencia ficción, el romántico, el histórico o el terror siguen ahí inasequibles al desaliento, formando parte necesaria de la imaginería popular. El cómic, como gran exponente de la cultura popular moderna, no solo no ha sido ajeno a ellos: ha contribuido a hacerlos evolucionar y cambiar, llegando incluso sus propios géneros, en una relación que algunos momentos parecía ser indisoluble: no es difícil encontrar argumentarios que ligan el cómic al género, que incluso se atreven a incluirlo en la descripción de un medio que elude su definición con vehemencia. Aunque es indudable que los géneros han sido parte de la evolución del cómic: la forma actual del cómic nace ligada al humor y la sátira de autores como William Hogarth o Rodolphe Töpffer, y la eclosión de la historieta como medio de masas en la prensa y comic book americanos está necesariamente unido a la aventura y un género nacido en las viñetas, los superhéroes.

Una relación que en España ha sido todavía más profunda durante el siglo XX: tras la Guerra Civil, el tebeo tuvo dos grandes escuelas: la de humor y la de aventura, impulsadas por generaciones magistrales de autores y autoras que dieron pie a una concepción autoral del género que llegaría en el último cuarto de siglo, consolidando una forma de entender la historieta que trasciende el tiempo y las formas.