La violencia de la que Goya es testigo durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) le impulsa a reanudar dibujos, bocetos y estampas, actividades que, cuando tiene más encargos oficiales, no tiene tanto tiempo para abordar. Este tipo de trabajo, de carácter privado, constituye un método eficaz a través del cual expresar el dolor y la angustia ante cuyos acontecimientos es a la vez testigo y víctima.

La mirada de Goya es la de la lucidez, pero también la de la crueldad, la miseria, el hambre, la tortura y la muerte. Se aleja, en la representación, de la visión tradicional en la que se exalta la figura del héroe para presentarnos una realidad sin fisuras.