Paula inaugura exposición de arte neofigurativa en un museo de reconocido prestigio. Los críticos dicen de ella que es "un portento de futuro". Dos hombres cruzan las miradas mientras contemplan uno de sus cuadros: una vagina gigante con motivos bucólicos y abstractos llena de significados ocultos. Uno de los hombres tiene la huella dactilar de un tal Jesús. El otro es el padre de la artista. A medida que avanza la relación de estos dos desconocidos, pronto descubrimos que las intenciones de uno de ellos son realmente fatalistas, ya que lleva una bomba pegada al cuerpo y se encuentra dispuesto a "reventar todo" de un momento a otro.

A partir de esta rocambolesca situación, Hipocondriart reflexiona en torno al individualismo vigente y cómo el arte nos enfrenta permanentemente con la realidad. La obra se presenta entonces como una radiografía de nuestro tiempo, un escáner de nuestro "ahora" más emocional.

Vivimos una época en la que parece que no somos capaces de empatizar con el otro, de escucharnos, de entendernos.