En 1902, la Encyclopaedia Britannica resumía de forma rotunda la situación de la pintura española de la segunda mitad del siglo XIX. Consideraba que la pintura moderna en España comenzaba con Mariano Fortuny (1838-1874), quien habría de dejar su marca en las siguientes generaciones de pintores. Y destacaba solamente a un artista

durante los años de 1870, Joaquín Agrasot y Juan (1836-1919), quien pintó con gran sinceridad imágenes de la vida española cotidiana. Y, concluía que, ya para finales del siglo, dos jóvenes artistas aparecieron con energía: Joaquín Sorolla (1863-1923) e Ignacio Zuloaga (1870-1945).

Por tanto, el pintor valenciano Joaquín Agrasot había adquirido una consideración a principios del siglo XX que lo situaba entre los cuatro artistas españoles más importantes. Sin embargo, es bien cierto que, por una u otra razón, de los cuatro artistas reseñados, Agrasot ha sido el que ha contado con una inferior fortuna crítica y se ha postergado su reconocimiento.

A Joaquín Agrasot se le ha venido definiendo como un artista realista y costumbrista, asociado al naturalismo regionalista valenciano de la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, aunque comúnmente se le ha venido enmarcando como representante de las formas estereotipadas tradicionalistas del costumbrismo, su vibrante paleta cromática, el empleo de la luz y de una pincelada muy particular, lo aproximan a las formas preciosistas finiseculares que permiten encuadrarlo dentro de la pintura moderna coincidente con la corriente artística internacional.

Ahora pues, apenas un año después del centenario de su defunción, es el momento de recuperar al artista oriolano, para mostrarlo desde las distintas disciplinas artísticas que

trabajó a lo largo de su dilatada vida.

Salas Joanes y Ribalta de exposiciones temporales