James Gaffigan dirige la OCV en dos sinfonías clave del repertorio alemán. La Sinfonía 4 de Schubert, compuesta cuando tenía 19 años y que nunca estrenó en vida, exhibe el brillo melódico y juvenil que reina en los lieder del compositor, a la sombra del andamiaje sinfónico alzado por Mozart y Haydn, pero también bajo el influjo dramático de Beethoven. Tampoco Bruckner pudo ver estrenada su Novena sinfonía. Pese a quedar inconclusa, en tres movimientos, es apreciada como una de las más grandiosas partituras orquestales de todos los tiempos. Evoca temas de sus composiciones anteriores al modo de recordatorio, y en el famoso adagio final, de inspiración profunda, parece querer concluir la monumental obra como si fuera su despedida de la vida.
