Confinados dentro de una habitación con dos ventanas que los conectan a un exterior sin vida, Hamm, un inválido ciego, y Clov, su sirviente, un hombre cojo e hiperactivo, pasan el tiempo y discuten. Nagg y Nell, viejos progenitores de Hamm, que viven dentro de dos cubos de basura, les acompañan. A pesar de las adversidades, todo esto es “un puro juego en el que no se habla de enigmas y soluciones”, porque “para las cosas importantes, ya están las universidades, las iglesias y los cafés.” Y Fin de partida es teatro.